NOMBRE: Ermita o gruta de Hermógenes San Martín / Santuario-animita del finado Hermógenes
COORDENADAS: 20°12'42.6"S 70°08'29.7"W
CIUDAD/UBICACIÓN: Iquique, Región de Tarapacá - Chile
DIRECCIÓN: Calle Esmeralda 1398-B, enfrente de 21 de Mayo, junto al Cementerio N° 1 de la ciudad.
CATEGORÍA: Animita Urbana / Altar Popular
FAVORES
SOLICITADOS: Salud, seguridad personal, seguridad en el hogar, favores
económicos y tranquilidad familiar. Los principales solicitantes son
gente mayor y vecinos del barrio, aunque en su mejor momento tuvo
devotos de todo el Norte Grande. Hay algo de culto mortuorio también
alrededor de su memoria, solicitándose inteceder por el descanso por los
fallecidos. Hasta hace poco, estaba activa toda una sociedad mixta de
socorros mutuos que llevaba su nombre y se relacionada con el recuerdo y
veneración de Hermógenes San Martín, usando la propia animita como
templo, dadas sus holgadas proporciones, y con un mausoleo propio en el
Cementerio N° 3 de Iquique.
RESEÑA:
Hermógenes San Martín era un trabajador mecánico ferroviario que fue
asesinado brutalmente cerca del lugar de su ermita y del Cementerio
Viejo de Iquique, el Día de la Purísima de 1935, emboscado por los
mismos sujetos con los que había salido en una noche de juerga. Los
detalles del crimen, el estado en que se encontró su cuerpo y los
resultados de la investigación policial conmocionaron a la comunidad
iquiqueña, dando origen a varios altares recordatorios y a la sociedad
mutualista que se constituyó en torno al recuerdo del asesinado, que
comenzó a tener fama de ánima milagrosa y muy generosa. La sociedad
consiguió instalarse en una propiedad donde erigió su altar y se
convirtió en la animita popular más grande de Chile, según se cree,
ya que cuenta con dependencias habitadas por un cuidador, un salón de
reuniones
de los seguidores y una tarima a modo de escenario.
El caso de a animita de Hermógenes San Martín en Iquique, o acaso debiésemos
decir de la capilla-ermita que lleva su nombre en calle Esmeralda 1398-B,
enfrente de 21 de Mayo, junto al Cementerio N° 1 de la ciudad, es uno de los
más desconocidos sobre fe popular de almas de fallecidos fuera de la
provincia iquiqueña. A pesar de ello, se trata de la quizá más grande
animita de Chile, compitiendo con las de
Evaristo Montt en Antofagasta, Petronila Neira en Concepción y
Romunaldito en Santiago.
A pesar de lo poco que se sabe de ella fuera de la comunidad de Iquique, sin
embargo, la historia de la animita de Hermógenes San Martín han sido tratada
por
Oreste Plath en "L'Animita. Hagiografía folklórica", por Claudia Lira en
"Lecturas de la animita: Estética, identidad y patrimonio", por Víctor Rojas
Farías en "Animitas en Chile" y con un libro más reciente para el caso, de
Julia Salinas Segura y el mismo Víctor Rojas, titulado "Hermógenes San
Martín: ¿La animita más grande de Chile?".
Al ocupar un inmueble completo, con oratorio, un salón y habitaciones, esta
animita también se ha vuelto una excepción en la forma en que suele darse el
culto popular en Chile, generalmente reducidas a pequeños templetes o
habitáculos (salvo por templos oficiales, como el de la
Capilla de Ánimas en Santiago) y no por santuarios espaciosos como
sería, por ejemplo, el caso de la Difunta Correa de Argentina. Al menos el
cartel que se colocó sobre el acceso de la ermita o "gruta", como la llaman
sus concurrentes, asegura lo mismo: "La animita más grande de Chile.
Hermógenes San Martín".
Súmese a todo lo anterior el hecho de que la animita de San Martín cuenta
con una sociedad propia de devotos y un mausoleo en el Cementerio N° 3 de
Iquique, por lo que tiene todo un respaldo organizacional en el que
participan sus fieles.
El barrio de la animita, alrededor del camposanto viejo, siempre ha sido
popular y complicado hasta cierto punto. Corresponde a un sector de varias
manifestaciones de fe popular (con las fiestas "chicas" de
San Lorenzo y La Tirana), ferias libres, prostitución, inmigrantes
pobres, bodegas, el popular bar "El Picoroco", delincuencia y otras animitas
cercanas como la del llamado
Olivarito. Así lo era ya cuando tuvo lugar el crimen que marcó la
tragedia de don Hermógenes, en este mismo barrio en donde ahora se emplaza
su capilla.
Aspecto exterior que mantenía la ermita de San Martín hasta hace pocos
años. Fuente imagen: "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de
Chile?", de Salinas y Rojas.
Retrato del finado San Martín, en la misma capilla.
Imágenes de San Lorenzo de Tarapacá en un altar de la ermita, en 2011.
Aspecto que tenía otra animita anterior asociada en algún momento a
Hermógenes San Martín, en la calle San Martín con 18 de Septiembre. Hoy está
relacionada con otros fallecidos. Fuente imagen: "Hermógenes San Martín: ¿La
animita más grande de Chile?", de Salinas y Rojas.
Copia de la página del diario "La Opinión" del viernes 13 de diciembre de
1935, informando de la captura de los asesinos de San Martín. Es atesorada
dentro de la misma ermita.
Retrato de Hermógenes San Martín sobre el acceso a la tarima, dentro de su
ermita. Es la fotografía que había sido colocada en su primera animita, en
el lugar preciso donde se halló el cuerpo.
Hermógenes San Martín Rojas, obrero nacido en Talca en 1887, era el tercer
hijo del matrimonio compuesto por Valentín San Martín, señor que enfrentaba
una vida con ciertas dificultades tras perder una propiedad en San Rafael, y
Margarita Rojas, de una familia de trabajadores del Mercado Central y con
ancestros veteranos de la Guerra del Pacífico. El muchacho pudo estudiar en
la enseñanza primaria, demostrando cierto interés intelectual que llamó la
atención de su familia pero que, a veces, provocó algunos conflictos y
burlas.
Según detallan Salinas y Rojas, comenzó a realizar algunos trabajos
esporádicos en el Maule, principalmente relacionados con las industrias
emergentes de la zona, como vitivinicultura y calzado. Sin embargo, luego
que la familia se estableciera en el barrio Oriente de la ciudad, la
proximidad de los ferrocarriles encantó a San Martín, preparándolo para el
que iba a ser su oficio.
Por esa época, sin embargo, Hermógenes tuvo un desengaño amoroso con una
muchacha de Pelarco, que lo habría herido de tal manera que nunca más
sostuvo relaciones estables, dándose a una vida viajera y limitándose a
convivencias con parejas. Según recordaban algunos de sus devotos más viejos
en la ermita, se hizo en este período cierta fama de aventurero en el amor,
pasando por varias parejas pero sin llegar a casarse jamás.
Su inclinación andariega lo llevó a Antofagasta, en donde se cree que
habría
estado cuando tuvo lugar el trágico accidente ferroviario de 1924, en
el que
murió
Evaristo Montt dando origen a su célebre animita junto a las vías
férreas y también una de las más grandes que existen en el país. El
terremoto de Talca de 1928 fue otro gran dolor para él, al no
tener noticias de su familia sino hasta tiempo después, afortunadamente
sin
malas novedades sobre sus seres queridos.
Desde Antofagasta, siempre por razones de trabajo, San Martín emigra a
Iquique, en donde pasó a formar parte de una cuadrilla de obreros encargada
del mantenimiento de la vía del Ferrocarril Longitudinal en Iquique. Se sabe
que, para el año 1934, vivía arrendando una modesta pieza de calle 18 de
Septiembre 1051, cerca de Vicente Zégers.
Fueron años complicados para Hermógenes, pues lideraba casi naturalmente a
un grupo de trabajadores que comenzaron a ser apartados por la empresa y por
otros compañeros de faenas, llegando a momentos de gran tensión con sus
superiores cuando organizó un acto conmemorativo del asesinato del profesor
Manuel Anabalón Aedo, que había sido objeto de persecuciones políticas y
después muerto en Valparaíso, un par de años antes por agentes policiales,
según se denunciaba. Los jefes miraban con desconfianzas estas actividades y
procuraban deshacerse de los empleados que pudiesen volverse revoltosos, por
lo que el talquino quedó en el ojo del huracán.
La heroicidad que se le adjudicaba por entonces a la figura de San Martín
entre sus pares, como defensor de los derechos de los trabajadores, quizá
haya contribuido después a la idealización de su identidad ya en el mundo de
las ánimas. Lo paradójico del caso es que, siendo comunista de vieja guardia
según algunos de quienes lo conocieron (como don Justo Monardes Astorga,
alguna vez viviendo como hijastro del finado, según informa Claudia Lira),
lo más probable es que Hermógenes nunca haya creído en Dios ni en la vida
espiritual después de la muerte.
Vista frontal de la misma ermita iquiqueña.
Una mirada con parte del entorno de la misma, con una feria libre enfrente.
Plató dentro de la ermita, en donde se ve el templete de lata a la
izquierda, que parece haber sido uno de los primeros que tuvo la animita.
Otra vista del espacio del plató y cientos de placas de agradecimientos.
Esto queda de la vieja animita en San Martín con 18 de Septiembre, cerca de
la ermita.
Nombres a los que está dedicada ahora la cruz de la animita anterior.
San Martín tenía unos 46 o 47 años cuando tuvo lugar su asesinato, en horas
de una noche del domingo 8 al lunes 9 de diciembre de 1935, pasado el día de
la Purísima y a metros del cementerio, además de muy cerca de su lugar de
labores ferroviarias y en un sitio eriazo adyacente la residencia de una
amiga suya, conocida desde la infancia. Su cadáver fue encontrado hacia las
siete de la mañana siguiente por el vecino Abraham Acosta, quien partió a
dar aviso a Carabineros de Chile.
El cuerpo del fallecido mostraba signos de haber sido atacado y asaltado
brutalmente: semidesnudo, vestido sólo con su camisa y las calcetas. Una
niña testigo de entonces, que sería futura devota del finado, doña Rosa
Gladys González Miranda, entrevistada por Salinas y Rojas, recordaba así el
aspecto del cuerpo a sus 84 años:
Yo lo vi muerto, tenía 8 años, vivía en Sotomayor con Arturo
Fernández y yo fui cuando estaba muerto ahí en el cerrito que había
antes... Estaba desnudo, estaba moraito y después le pusieron una
tapina encima de su cuerpo, eso vi nomás, nada más; cuando yo lo vi
había mucha gente mirando..
Contusiones en el parietal izquierdo, hechas aparentemente con golpes de
piedras, eran lo suficientemente graves para haberle quitado la vida. Sin
embargo, la muerte se la había causado el estrangulamiento con una faja a
modo de bufanda, que aún llevaba anudada fuertemente al cuello.
Conmocionados, sus compañeros de rubro, a través de la Fraternal Obrero
Ferroviario de Chile, se hicieron cargo de organizar su funeral, y los
gastos fueron asumidos por la Caja del Seguro Obrero Obligatorio, siendo
velado en su casa y llevado al cementerio, en donde fue sepultado el martes
10 de diciembre de 1935. Sin embargo, hay versiones afirmando que fue
sepultado como indigente, ya que nunca se pudo dar con su familia.
Mientras tanto, el Capitán Olegario Sánchez, comisario de la recientemente
creada Policía de Investigaciones, desplegó a su personal para ir a la
cacería de los asesinos de San Martín. Olas de rumores y sospechas corrían
alrededor del caso, intrigados por la proximidad de su cadáver a la casa de
su amiga, con la que no mantenía relación sentimental pero sí se juntaba a
veces a jugar cartas o beber vino. La desnudez llevó a algunos a especular
que había sido violado, además. También se llegó a creer que el asesinato
tenía una connotación política, para amedrentar a los obreros más inquietos
e irritables por los conflictos con la empresa, debiendo ser confirmados en
sus puestos los trabajadores de las cuadrillas.
Los detectives trabajaron afanosamente durante aquellos días, hasta dar con
un dato interesante: el día de su muerte, la víctima se lo había pasado
descansando en su casa hasta que, en horas de la tarde, llegó a verlo su
amigo José Guerra Carvajal, con quien salió a dar un paseo hacia las nueve
de la noche. En la calle, se encontraron con un tercer sujeto que
desconocían, dirigiéndose con él hasta la residencia de este último, en
donde comenzaron a beber en forma abusiva. José no recordaba cómo había
llegado a casa después de esta gran borrachera, según testimonió a los
agentes.
Los detectives, persiguiendo esta pista, pudieron dar con un testigo llamado
Tomás Reyes Cabezas, en cuya casa había estado Hermógenes con el sospechoso
hasta la medianoche, al que recordaba con una cicatriz en forma de medialuna
sobre el pómulo izquierdo; era el tercer sujeto, aquél sin nombre. Este dato
permitió llegar rápidamente a los responsables: tres conocidos ladrones del
sector, llamados Gregorio "El Guatón" Jeria Espinoza; Dolandro "El Negro"
Pereira Gerardo, soltero de 22 años y con la cicatriz en el pómulo que
permitió identificarlo; y José "El Cojo" Jara Villanueva, iquiqueño soltero,
de 33 años, que actuó como cómplice del crimen.
El diario "La Opinión" del viernes 13 de diciembre daba a conocer la
noticia:
Descubiertos ASESINOS del horrendo CRIMEN del lunes
"Estoy pillado. No me mate mi Comisario". Fueron las palabras que con
voz temblorosa dijo al Jefe de Investigaciones el "Guatón Jeria" al
serles mostradas las ropas de la víctima que Jeria tenía escondidas.
Se trata de maleantes de la peor especie. Jeria junto con Dolandro
Pereira, otro de los victimarios, habían hecho anteriormente otros
crímenes.
Procesión de la Sociedad al Cementerio, el 1° de noviembre de 2005.
Miembros de la Sociedad en la Plaza Prat de Iquique, sin fecha.
Romería de la Sociedad el 1° de noviembre de 2006, con el estandarte del
grupo.
Don René Calderón en 2018, residente y cuidador de la ermita desde hace
varios años.
Pasillo de acceso al salón de la ermita.
Portada del libro "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de Chile?",
de Julia Salinas y Víctor Rojas, publicado en 2012. La imagen de la tapa
muestra al busto del finado en el mausoleo del Cementerio N° 3 de Iquique.
Según el testimonio de Jeria, transcrito por Plath, el asesinato se dio
de la siguiente manera, cuando Hermógenes iba con Pareira de camino a
seguir la fiesta en un local nocturno:
Estaba en la calle 21 de Mayo con Thompson, como a las dos de la
madrugada, cuando me encontré con el compañero que venía en esos
momentos acompañado de la víctima. Inmediatamente al verme, me
invitó, diciéndome 'Oye, acompáñame con este amigo porque vamos a
seguir tomando en una casa que él conoce en el Colorado. Es piloto y
va firme'.
Yo, que había estado bebiendo toda la tarde y que estaba, como se
dice, a medio filo, acepté la invitación y nos encaminamos por la
calle 21 de Mayo en dirección al norte. Cuando íbamos los tres por
el costado del cementerio, en forma sorpresiva mi compañero se fue
de un salto al cogote de mi amigo; yo por mi parte le hice una
zancadilla derribándolo al suelo.
Mi compañero entonces se apoderó de una piedra con la que le dio
algunos golpes en la cabeza. Yo le saqué entonces la faja sin ánimo
de matarlo y con ella le amarré el cuello. Seguramente se nos pasó
la mano con la 'curaera' que teníamos.
Así de inmediato procedimos a desnudarlo, llevándome yo los zapatos
y el pantalón. Mi compañero, el resto de las prendas de vestir.
Después de la confesión de Jeria, la Comisión Civil de la policía detuvo
a Pereira y a su cómplice Jara Villanueva, quienes "estaban
tranquilamente bebiendo en el cabaret de Herminia Silva", hacia las
3:45 horas de la madrugada, según informaba "La Opinión". El careo se
realizó ante el juez Galo Pérez, en la tarde siguiente.
En el lugar en donde fue encontrado el cuerpo de San Martín, se instaló a
los pocos días una animita con habitáculo y velas. El pequeño memorial
comenzó a crecer y, unos años después, era un lugar de convocatoria de la fe
popular entre los vecinos, al que llegaban iquiqueños de diferentes lugares
de la ciudad a pedir o agradecer favores. No tardó en hacerse fama de ser
extremadamente generoso y milagroso con sus devotos, allí en el cruce de 21
de Mayo con la calle coincidentemente llamada también San Martín, a metros
de la ermita actual.
Incluso aparecieron otras tres animitas a su nombre en los años que
seguirían: una en el supuesto sitio donde, según la leyenda, fue asesinado
en realidad por sus jefes; otra en un oratorio junto al cementerio y, ya en
los cincuenta, en una que ya existía desde antes pero que fue "colonizada"
por el culto a Hermógenes, en el sector de San Martín con 18 de Septiembre,
de la que hoy sólo queda una cruz colgante como seña.
El 29 de enero de 1952, los fieles seguidores de la animita constituyeron la
Sociedad Mixta de Seguros Mutuos Hermógenes San Martín liderados por la
propia amiga del fallecido junto a cuya casa había aparecido el cadáver.
Ella oficiaba como guardiana y encargada de la animita, a esas alturas. La
Sociedad surgió para llevar adelante labores mutualistas y construir un
santuario propio para el fallecido en el lugar de su animita. Así,
obtuvieron una donación en el cementerio, junto a la fosa común, que les
permitió una quinta animita que mantuvieron algunos años más, usándola como
habitáculo recordatorio, y de la que ya no quedan huellas.
El oratorio de aquella fosa común se utilizó por la Sociedad hasta la
construcción del mausoleo con busto de San Martín en el Cementerio N° 3,
rodeado de nichos, y la adquisición de una propiedad para las actividades de
veneración y mutualismo. Esto último se consiguió gracias generosas
donaciones como la del vecino Moisés González, que permitió establecer la
sede a pocos metros más al Norte del lugar del crimen, en calle Esmeralda,
en donde actualmente se encuentra la casa-animita, más bien una ermita,
apodada la "gruta".
Cuando Plath visita este sitio en 1989, constata que la Sociedad Hermógenes
San Martín contaba con 250 miembros, realizando labores de mantenimiento de
la sede, asistencia a los enfermos, reunión de cuotas mortuorias, mantención
de su mausoleo, peregrinaciones y manifestaciones públicas de la sociedad en
la actividad religiosa local. Incluso cuentan con una oración propia,
dirigida a San Martín:
Atiende Señor mis súplicas
que las hago por el intermedio
del alma del finado San Martín
para que desde el trono de su majestad
ponga el oído piadoso a mi oración(se pide aquí el favor)
También te ruego Señor
por el eterno descanso
de las almas del Purgatorio.
El mausoleo de San Martín en el Cementerio N° 3.
Frontis del mausoleo de la sociedad.
Busto de Hermógenes San Martín, al interior del mausoleo.
Sector interior del mausoleo.
Otra vista del interior, hacia el costado opuesto.
Altar dentro de la ermita de calle Esmeralda, dedicado a los socios, amigos y
devotos fallecidos.
La gran celebración anual de la sociedad tiene lugar los 29 de enero,
recordando al fallecido en el día aquel de la fundación de la Sociedad,
no en el día de su muerte, como si aún se lo diera permaneciendo vivo
entre sus seguidores. Sin embargo, sí realizaban romerías a su mausoleo
en cada 1° de noviembre, en el Día de Todos los Santos, con el
estandarte al frente.
Además de la sede en Esmeralda y el mausoleo, la Sociedad incorporó para
sus quehaceres un salón auditorio en la dirección de Bernardo O'Higgins
1038, cerca de Juan Martínez. Se volvería un importante sitio de reunión
de los fieles, como alguna vez lo había sido también la sede de la
Asociación de Ferroviarios, antes de trasladarse toda la actividad a
sedes propias.
Entre las intervenciones "milagrosas" que se le atribuyen a San Martín,
están las de salud, bienestar familiar y protección personal. También se
le adjudica la capacidad de enderezar a personas que van por mal camino,
como drogas o delincuencia, especialmente los jóvenes, por la solicitud
que hagan al ánima sus padres o abuelos. La mayoría de sus devotos son
gente de cierta edad, por lo demás, que recaudan fondos para las velas y
ornamentación del lugar.
La ermita convertida en animita gigante, todavía mantiene aspectos
originales de la misma: un inmueble de gran profundidad, algo estrecho, al
que se ingresa por un portón que da directo al living y las dependencias
domésticas reunidas en unos cuantos metros cuadrados, con algunas
fotografías de actividad de la Sociedad y otros recuerdos.
Unido por un pequeño galpón, se accede por un pasillo al auditorio de
reuniones, decorado con mucha imaginería religiosa, incluyendo iconos del
folklore y la fe popular propia de la región, además de la respectiva al
propio San Martín y fotografías de la Sociedad en actividades. Al fondo,
pasando entre banquetas, está la tarima o plató con luminarias y miles de
placas de agradecimientos, además de altares dedicados a los miembros
fallecidos de la sociedad.
La última década del pasado siglo parece haber sido importante para la
organización y el paseo de su estandarte, pues logró membresías entre
devotos de Antofagasta, Mejillones, Arica, Alto Hospicio y otras localidades
nortinas. En Antofagasta llegó a tener un Club Hermógenes San Martín, que
lamentablemente debió cesar actividades en el 2000, por problemas
financieros. Para entonces, la ermita de Iquique contaba con unos 200
concurrentes y a veces se reunían en ella sólo para socializar con onces,
juegos de salón, dominó, palitroques, brisca y cacho. Además, el 19 de abril
de 2009 se fundó en la misma ciudad el Club del Adulto Mayor Hermógenes San
Martín.
A partir del año 2010, cuando presidía la sociedad aún don Sergio Guerrero
Bermúdez por 30 años consecutivos, se acordó mantener el santuario
disponible a los visitantes ciertos días y horas de la semana. También se
había encargado su resguardo y labores administrativas a don René Calderón
Bendezú, un devoto conocido por su pasado bohemio y como transformista, del
que sólo conserva algunas fotografías y las curiosas cejas tatuadas. Don
René aún se encuentra residiendo dentro de la animita-ermita, en el espacio
delantero que se emplea como habitaciones, baño y cocina.
Mirando desde el acceso hacia el escenario o tarima de fondo.
Decoración religiosa y pequeños altares.
Vista desde la tarima hacia el frente de la propiedad. Don René ordena el
lugar.
Una mirada general al salón de encuentros de la ermita.
Decoración interior de la ermita. Se distingue la Virgen del Carmen, un
altar de San Lorenzo y la figura de un arcángel, a un costado de la tarima
en el salón.
Las placas de agradecimientos por favores concedidos.
Más placas de agradecimiento.
Acercamiento a un grupo de placas.
La animita antigua cercana al cementerio, sin embargo, se ha ido opacando y
siendo identificada con otros casos de muertes violentas (los nombres de un
atropellado y una mujer asesinada han pasado por ella). Hoy se observa una
cruz de metal colgando del muro justo en la esquina, pero los templetes que
estaban a sus pies, con flores y velas, han desaparecido.
En 2012, con apoyos del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes,
los profesores Julia Salinas y Víctor Rojas publican el señalado libro "Hermógenes
San Martín: ¿La animita más grande de Chile", que reúne historias y
testimonios sobre el caso de la animita, por primera vez especialmente
dedicados a ellas en un solo trabajo. La parte más interesante del mismo
quizá sean la de los testimonios de los devotos, además, muchos de ellos
testigos del asesinato y después de los milagros que se le atribuyen al
finado.
A aquel esfuerzo se suma el CD "La música de las animitas", que reunió
algunas oraciones y cantos dedicados al finado Hermógenes, incluyendo su
himno:
Buen amigo San Martín
la bondad no tiene fin
reunidos junto a ti
mejor dar que pedir.
Reunidos junto a ti
fuiste bueno al enseñar
te centraste en el dar
te han querido acallar
no acabaron con la paz
Aunque San Martín aún conserva fieles por todo el Norte Grande, el futuro de
la animita-ermita de tan grandes proporciones, sin embargo, en este momento
es un tanto incierto: además de existir un grupo de devotos que no se
integraron jamás a la Sociedad y otros que sólo lo hicieron por los
beneficios de la mutualidad, provocando algunos roces, muchos miembros
históricos de la misma han ido falleciendo y la actividad ha ido cayendo en
franca inoperancia. Don René, sintiendo ya la madurez de la vida a cuestas,
no sabe con certeza qué sucederá con el culto a Hermógenes San Martín en los
años que vienen, pero reconoce que las membresías, pagos de cuotas y los
activos para la ermita han decaído.
Quizá estemos presenciando los últimos tiempos que quedan para la animita
más grande de Chile, entonces, de no cambiar la situación.
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