RESEÑA: A fines del siglo XV, un franciscano talló la imagen del Niño Dios
en un trozo de madera de uno olivos de Getsemaní, en Jerusalén. Dice la
leyenda que no tenía suficientes tintas para completarla, pero que ésta fue
terminada por intermediación de un ángel. Cuando el franciscano iba con ella
de regreso a su patria, una tormenta atacó al navío y debió arrojar al mar
la caja en donde venía la figura. Sin embargo, llegar al puerto la caja
llegó también, flotando tras la estela de barco. La noticia provocó gran
júbilo y atención de los creyentes en Roma, que comenzaron a venerarla
cuando se la instaló en una capilla de la Iglesia de Santa María de Aracoeli,
realizando peregrinaciones hasta este templo y cubriéndola de ofrendas de
agradecimiento, muchas de oro, gemas y piedras preciosas. El Papa León XIII
ordenó la coronación formal de la imagen, el 2 de mayo de 1897. En febrero
de 1994, sin embargo, el Santo Niño original fue robado desde la basílica,
por lo que se instaló en su reemplazo en la capilla una copia de la imagen
en la Noche de Navidad del año siguiente, la que puede verse hoy allí.