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NOMBRE: Tumba de Pochita Núñez
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COORDENADAS: 33°24'50.2"S 70°38'47.6"W
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CIUDAD/UBICACIÓN: Santiago, Provincia de Santiago en la Región Metropolitana - Chile.
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DIRECCIÓN: Cementerio General de Recoleta, mausoleo familiar en el sector de calles Limay con Alejandro del Río, límites de los Patios 70-71.
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CATEGORÍA: Tumba Milagrosa
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FAVORES SOLICITADOS: De naturaleza adolescente y juvenil, principalmente relacionadas con cuestiones de amor y, según parece, en algún momento también con aspiraciones artísticas. Las peticiones eran rayadas por sus admiradores sobre la propia cripta de la niña, aunque las más antiguas que se observan son de los años noventa. El mausoleo tiene también algunos fragmentos de poemas dedicados a la fallecida por conocidos literatos de la época.
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RESEÑA: Pochita Núñez Cavieres fue una niña prodigio chilena nacida en 1930 y fallecida en 1942. En pocos años, llegó a ser una destacada y admirada declamadora, poetisa, escritora, bailarina e instrumentista, admirada por muchos personajes públicos de aquellos años y casi venerada en el ambiente del espectáculo y la intelectualidad nacional. Por su desplante y talentos, llegó a ser comparada con la precoz actriz Shirley Temple. Su presencia era muy solicitada en actos públicos o festejos y, al momento de su prematura muerte, ya había comenzado a dar presentaciones totalmente propias y sin más artistas en salas de teatro, pues contaba con un importante público que la seguía también en presentaciones radiales. Desgraciadamente, falleció de manera muy trágica y traumática para la sociedad de esos días, con sólo 11 años de vida, envenenada por un medicamento mal preparado en una botica. Los medios de comunicación siguieron haciéndole homenajes durante largo tiempo después de su inesperado fallecimiento.
María Estela Teresa de Jesús Núñez Cavieres, más conocida en su momento como Pochita Núñez, cabalgó sobre una estrella fugaz en la historia del espectáculo nacional de corte más docto. Logró lucimiento con su hermosa voz y su destreza de sus dedos sobre el piano; también ejecutaba la danza con el esplendor de una experimentada bailarina pero, muy especialmente, brilló con sus declamaciones poéticas ante audiencias era capaz de sumir en el silencio más completo dentro de la salas.
La actitud alegre de la niña, sus virtudes, su dominio del espacio y su inocente belleza la hicieron una especie de ideal infantil femenino. Así fue capaz de conquistar innumerables corazones y de formarse velozmente un público de admiradores y seguidores. En un homenaje póstumo, un anónimo redactor de la revista “En Viaje” la recordaba de la siguiente manera:
Rica en sensibilidad, dotada de una imaginación potente, era sin embargo de una modestia encantadora. Jamás presumió de nada. Discreta frente a sus admiradores, en las reuniones familiares, ella era la única que permanecía silenciosa, la cara llena de sonrisas cuando a ella se referían.
Nunca la oímos hablar de sus cualidades y, por el contrario, cuando alguien aludía a sus méritos, Pochita, con natural modestia, los atenuaba.
Pero en el escenario de un teatro, recitando a sus poetas favoritos, ya era otra cosa. Estaba en su clima predilecto y entonces se engrandecía. Su rostro tomaba expresiones, ora alegres ora dolientes y el chorro de su voz saltaba como una pedrería de armonías.
Pochita era la hija mayor del trabajador notarial Carlos Núñez, alguien de buen pasar aunque incomodaba a la familia un poco con sus excentricidades. Dueño de un atractivo Ford T, don Carlos llegó a ser un hombre aficionado a rodar películas propias en las que actuaban sus amigos y parientes. Gustaba de practicar el espiritismo y de involucrarse en doctrinas esotéricas y temas orientalistas, además, haciendo algunas demostraciones supuestamente paranormales para asombrar a familiares y amigos.
Siendo Pochita dueña de una potestad única en el canto y la danza, su propio padre terminaría convirtiéndose en su manager. La pequeña no asistía al colegio y, en su lugar, contaba con clases particulares en casa. En algún momento, la gran cantante y actriz ruso-argentina Berta Singerman le enseñaría técnicas de recitación. Además, bailaba al estilo que ya lo hacía Shirley Temple en sus filmes y cantaba inspirada en Dianne Durbin. Sus inicios artísticos habían sido alrededor de mediados de los años treinta, como alumna de danza de la prestigiosa y muy selecta escuela artística de Ginna Maggi, en donde comenzó a conmover a las audiencias con sus simpatías y encantos, en presentaciones en el Teatro Municipal de Santiago. Incluso hizo presentaciones ante altas autoridades, como el presidente Arturo Alessandri Palma.
Sin embargo, a pesar de sus dotes como cantante y bailarina, declamar se iría volviendo la pasión casi doméstica en la vida de Pochita. Dicha disciplina había alcanzado su cúspide en el gusto popular desde el cambio de siglo, aproximadamente, manteniéndose vigente gracias a la influencia dejada por actores españoles como Emilio Álvarez. Uno de los poetas favoritos de la niña, sin embargo, parece haber sido el autor cubano Nicolás Guillén, a pesar de cierto contenido erótico en la obra del mismo autor y que se juzgó inapropiado para su edad.
Pochita siendo muy niña (8 años), en la “Mundo Social”, en la revista "Mundo Social" de septiembre de 1939. En casa de la escritora Vera Zouroff.
La niña en el diario "El Mercurio", en 1942.
Imágenes de Pochita, publicadas en la revista "En Viaje".
Con sus vestidos generalmente blancos y cabello tipo Pequeña Lulú de ondulaciones trigueñas, o bien usando peinado recogido en “rosetones” de cabello, Pochita realzaba su dulzura infantil en cada rasgo y aspecto. Sin embargo, esta cualidad contrastaba con su desplante, su control del escenario y su seguridad digna de un adulto experimentado a la hora de enfrentar la mirada masiva del público y hasta disfrutando el ser la figura del proscenio. También fue alumna de la escuela de Vera Zouroff, prominente escritora y mujer de teatro de origen antofagastino, rotundo ejemplo del feminismo en Chile.
Sobre este período de la joven artista y sus esfuerzos por perfeccionarse, la revista de actividades sociales y diplomacia “Mundo Social”, en septiembre de 1939, destacaba lo siguiente bajo el título “Pochita Núñez. Una pequeña y genial artista”:
Niña precoz, de rara intuición artística, y privilegiada inteligencia para captar la emoción y transmitirla, preparada como está en la magnífica escuela de su maestra, la Sra. Zouroff, encauza dentro de una técnica sobria sus extraordinarias cualidades de artista dando a cada poema el tono y la emoción debida. Su actitud perfectamente académica y distinguida, el dominio absoluto que tiene sobre sus manos, estas expresan tanto como sus palabras. Su dicción es clara a pesar de que sus dientecitos están en período de mudanza, y su carita es intensamente expresiva.
Es una lástima que no haya de parte del Gobierno, un estímulo para este bello arte de la declamación. La Sra. Zouroff, que ya ha dado varias demostraciones de su capacidad para enseñarlo, debería recibir una ayuda eficaz de la Facultad de Bellas Artes.
Sin embargo, la niña estaba tan expuesta por su padre que hubo ciertas desavenencias familiares. La pequeña estaba imbuida en aquel medio artístico y social, tan inadecuado a la edad de la inocencia, llegando a romperse por algún tiempo las buenas relaciones de don Carlos con su hermano mayor. Y es que la descarriada bohemia de los años treinta a cuarenta parecía uno de los peores ambientes para una niña en el Chile de entonces.
Como alumna destacada del Conservatorio Nacional y estando ya en dominio del piano, Pochita también cautivaba y conmovía con melodías de Chopin, Mendelssohn o Mozart, asombrando con sus cada vez más variados y demostrados talentos. Prominentes personajes de esos años como el médico, escritor Alberto Spikin-Howard, su profesor en el Conservatorio, quedarían perplejos al testimoniar estas virtudes de la niña. Eran los años cuando había tocado cumbre de popularidad y se perfilaba como una gran artista, llena de futuro, apareciendo en frecuentes actos públicos, invitada a las radios y consiguiendo su primera presentación en una velada con ella como artista principal, el 21 de septiembre de 1942, en el Teatro Miraflores.
Trágica e inesperadamente, sin embargo, Pochita falleció súbitamente a los pocos días, el martes 6 de octubre, intoxicada por ascaridal, un medicamento antiparasitario probablemente mal preparado o mal dosificado. Murió en la propia residencial familiar, en calle Carrera Pinto de Ñuñoa, con sólo 11 años de vida.
Con el público golpeado por la noticia, los restos de la niña estrella fueron velados en una capilla ardiente montada en su propia residencia, dentro de un cajón blanco y vestida realzando su aspecto angelical, “como una gran mariposa de ensueño”, según el homenaje de “En Viaje”. Su féretro fue llevado hasta el Cementerio General en una dolorosa y concurrida caravana, en donde recibió sepultura y la despedida de admiradores, compañeros de ruta y seres queridos, al día siguiente. Su sepultura fue en nicho, trasladada después a un mausoleo familiar.
Mausoleo familiar en donde se encuentra sepultada Pochita. Las placas blancas que se ven encima de la misma son las que reproducen fragmentos de poemas dedicados a la pequeña difunta.
Algunas inscripciones de agradecimientos y favores concedidos, cuando la tumba aún tenía ciertas características de animita para los devotos.
Sepultura de Pochita Núñez, dentro del mausoleo.
Placa con las palabras del Dr. Spikin-Howard dedicadas a Pochita, en el mismo mausoleo familiar dentro del Cementerio General.
Sumándose a las condolencias del día siguiente, “El Mercurio” publicaba una sentida nota, en donde se leía:
Hace quince días, en un teatro de Santiago, ofreció su primer recital. Los que aquella tarde la aplaudimos con justificado entusiasmo, no hablábamos más que del porvenir brillante de esta precoz intérprete de la poesía. Y ya el destino había puesto sobre su frente el signo de los que se van.
Encantadora criatura, dueña de una inteligencia sorprendente, entregada con pasión al estudio, tenía, además, un personal atractivo y un temperamento artístico que ya había dado magníficas pruebas. En su naciente personalidad rivalizaban las cualidades extraordinarias. Y además, la bondad era su distintivo.
Pochita Núñez falleció ayer en la tarde víctima de una intoxicación. Junto a la mesa, en donde escribimos estas improvisadas líneas, ella estuvo hace algunos días. Traía en sus brazos un perro de terciopelo, que era uno de los regalos que recibiera por el éxito caluroso de su recital. Porque a sus diez años, todavía dividía su tiempo entre los poemas y los muñecos, y su deliciosa alma de artista abría las alas sin despedirse aún de los juegos infantiles.
Su fallecimiento no es sólo un duelo desgarrador para sus jóvenes padres que la idolatraban, sino para todos los que tuvimos el privilegio de estrechar sus pequeñas manos y acercarnos al preludio de su espíritu cautivador. Ella que anduvo siempre entre las poesías que eran sus hermanas, no habrá reparado en el tránsito al entrar a la vida que comienza más allá de las estrellas.
Como era de esperar, los hombres de la cultura de esos años acusaron la puñalada en el alma y le dedicaron sentidas despedidas durante el duelo y cortesías posteriores. Daniel de la Vega publicó los versos de “En el mármol de Pochita Núñez”, en noviembre de 1944, con la inscripción para la lápida de la fallecida niña prodigio:
Quien por aquí sus pasos lleve,
sepa que fue canción henchida,
copa de luz y ala de nieve,
Y apenas cupo el verso breve
en la gran prisa de su vida.
Teresa Vial, por su parte, quien tan cerca estuvo de la niña, le dedicó el poema “Trayectoria”, reproducido en el pequeño homenaje de la revista “En Viaje”:
Le dolía el corazón
que no llevaba,
y cantaban las campanas
ALELUYA
en plenitud de luz
junto a los astros…
Entre los vates suspirando líneas fúnebres a la niña estuvieron también Oscar Jara Azócar, Washington Espejo y Carlos Barella, registrados sus mensajes en el mármol de su mausoleo que, durante largo tiempo, se convirtió en una suerte de animita milagrosa, con peregrinaciones, peticiones y agradecimientos por los favores concedidos, generalmente relacionados con amor, salud y bienestar personal.
La cripta de Pochita dentro del mausoleo mantiene algunas inscripciones manuscritas ya viejas y poco legibles, solicitando favores como si se tratara de una tumba milagrosa, principalmente por cuestiones de amor. Los más nuevos son de los años noventa. Un destartalado peluche acompaña a su sepultura. Claramente, entonces, fue considerada una tumba milagrosa.
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