- NOMBRE: Virgen de la Cuesta / Virgen de los Viajeros
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COORDENADAS: 32°36'36.12"S 71°14'17.57"W
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CIUDAD/UBICACIÓN: Cuesta el Melón, Provincia de Quillota, Región de
Valparaíso - Chile.
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DIRECCIÓN: Ruta E-47 sin número, octava curva de sur a norte en el límite de
la comuna de Nogales en el empalme del camino rural del cerro (vera
poniente).
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CATEGORÍA: Ermita / Altar Popular
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FAVORES SOLICITADOS: Principalmente visitada por viajeros, conductores y
vacacionistas, relacionados con seguridad y evitar los peligros del viaje y
de la propia Cuesta El Melón en la que se encuentra, lugar de muchos
accidentes en el pasado. Los residentes de la zona mantienen pulcra y
colorida esta ermita. Los creyentes también tocan la bocina de sus
respectivos vehículos cuando pasan justo enfrente de ella y antes existía la
tradición de dejar allí las patentes de los automóviles o camiones, que aún
pueden observarse allí como pagos de favores.
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RESEÑA: Compuesta de un galpón y otras instalaciones secundarias que le dan
aspecto de "fonda" y a la vez de gruta mariana, sus orígenes parecen estar
en la influencia de algunos vecinos fieles de Nuestra Señora de Andacollo,
en esta tierra también de influencia minera e intensamente recorrida por
conductores de camiones. El culto comenzó con un templete menor de concreto
al borde del camino, sin embargo, que se encuentra un tanto en ruinas dentro
del actual galpón techado y aún en su sitio original. La construcción del
Túnel El Melón que corre justo abajo de este escarpado camino no ha reducido
la devoción de quienes veneran, entregan ofrendas y piden favores a la
Virgen de la Cuesta.
La
Ruta E-47, correspondiente a la vía de la Cuesta El Melón, por mucho
tiempo fue la conexión de la arterial Ruta 5, entre los dos tramos ahora
unidos por el túnel del mismo nombre. Son unos siete kilómetros de
caminos sinuosos bordeando laderas, acantilados y barrancos que, sin
embargo, permiten una maravillosa vista panorámica del paisaje de la
Provincia de Quillota y sus distantes deslindes.
Lugar
peligroso y trágico, algo siniestro en ocasiones, la cuesta surgida de
antiguas rutas coloniales ha sido escenario de varios accidentes
mortales de vehículos ligeros o pesados, hasta nuestros días. A veces se
habló en la zona también de hechos sobrenaturales, apariciones de
ovnis, fantasmas, seres fantásticos y hasta el Diablo, existiendo -de
hecho- una localidad llamada Duendes no lejos de allí, junto al Estero
Catapilco. Ya hacia 1820, el viajero inglés Peter Schmidtmeyer había
descrito estas comarcas como un lugar tan hostil y agreste semejante a
las montañas Argyllshire de Escocia. Por su parte, Benjamín Vicuña
Mackenna se refirió a la cuesta en su obra "De Valparaíso a Santiago" de
1877, como un teatro de conocidos salteadores y de difícil tránsito en
"malos rodados y peores caballos". El mismo escritor la señala, sin
embargo, como la "verdadera línea de separación entre el Norte y el
Centro de Chile".
Era
esperable que la protección divina acabara siendo invocada allí, en el
credo popular de los viajeros, camioneros y transportistas en general.
Así encontró lugar su propio y humilde sitio, oratorio de fe y de
confianza en las manos de la buena voluntad, extendida desde lo alto.
Intentando
exorcizar los temores y los riesgos, entonces, justo en donde está el
límite de las comunas de Zapallar y Nogales (divisoria provincial,
además), punto desde donde sale uno de los senderos de tierra hacia el
costado del cerro empalmado al camino principal asfaltado, se encuentra
en la cuesta una curiosa y rústica ermita colmada de placas patentes
viejas, agradecimientos, ofrendas e imaginería religiosa, conocida como
la Virgen de la Cuesta. Se la observa hacia el centro de la
Cuesta el Melón aunque no aún en sus partes más altas. Por su presencia,
este mismo sector es llamado La Virgen, justamente, aunque muchos la
confunden con una animita funeraria corriente que creció más de lo
habitual.
Este
galpón con toscos altares interiores, es parada obligada de los
choferes más devotos. La figura venerada aquí es Nuestra Señora de
Andacollo, advocación de la Virgen María bastante popular entre los
camioneros y conductores de buses en este lado del país, pero
especialmente entre mineros y los trabajadores de la tierra en general.
Ha sido objeto de devociones por más de cuatro siglos en el Santuario de
Nuestra Señora del Rosario de Andacollo, en la Región de Coquimbo, con
dos concurridas fiestas patronales cada año en esta localidad.
La
elección de esta Virgen en particular para el resguardo de los viajeros
de la cuesta, puede ser un remanente del auge del trabajo minero y
extractivo de caliza que existe en esta zona, particularmente en torno
al adyacente pueblo de El Melón, que da nombre a la cuesta y a la
conocida compañía cementera que opera allí desde inicios del siglo XX,
atrayendo en su momento a muchos trabajadores de otras localidades del
país. De ahí el nombre de la localidad de La Calera (depósito de cal),
además, desde donde salía el llamado "tren calero" de Cemento Melón
hacia Santiago.
El entorno de El Melón también cuenta con yacimientos de cobre, extraído primero por la compañía minera Disputada de las Condes y luego por la Subdivisión El Soldado de la compañía Anglo American Chile.
Cerca de allí, al pie del cerro Horqueta hacia el lado oriente y casi
enfrente de la cuesta, hay una zona de extracción vecina a El Cobre y
que ha sido bautizada Andacollo, de hecho, tal como el poblado sede del
culto a la Virgen de marras.
No
estaría claro el origen de la ermita, sin embargo, pero conozco un par
de versiones al respecto. Según una de ellas, este sitio empezó como
animita, recordando a algún transportista accidentado, así que algo de
mortuoria podría tener en su origen después de todo. Con el tiempo,
terminó siendo un hito devocional más amplio y de carácter mariano,
debería concluirse en este caso.
Otra
descripción que me ha llegado sobre su origen, hace suponer que habría
surgido tras el fatídico terremoto de La Ligua del 28 de marzo de 1965,
que arrojó sobre El Melón y otros caseríos del camino un trágico aluvión
de aguas residuales mineras provenientes del reventado embalse de
relaves de El Cobre, matando unas 300 personas y obligando a los escasos
sobrevivientes a refugiarse en las alturas de estos cerros. Como la
inmensa mayoría de las víctimas desapareció sin poder ser recuperados
sus cuerpos, esta Virgen, de alguna manera directa o indirecta, los
recordaría en la vecina cuesta.
No
estoy seguro de la precisión en las descritas versiones, sin embargo, y
me confunde un poco la presencia en el lugar de un gran candelabro de
fierro forjado junto a la entrada de la caseta, en cuyas inscripciones
con letras metálicas se lee la dedicatoria: "Ind. Venegas y personal de San Felipe a tus pies",
que podría remontarse a sus orígenes o primeras décadas de la ermita.
¿Será, acaso, una de esas capillas populares que anticipan a los devotos
la presencia y protección de un Santo Patrono, en el mismo camino hacia
el poblado respectivo en donde se celebrará su fiesta?
Empero,
claramente hay al interior de la ermita etapas muy anteriores a lo que
vemos hoy exteriormente, con un altarcillo colmado de antiguas velas y
lo que parece haber sido un templete ya en ruinas, además de paneles con
ofrendas y patentes antiguas, de esas coloridas que antaño se vencían
con la renovación del permiso, volviéndose desechables. El techado y las
rejas del perímetro son, presumiblemente, posteriores a su origen,
cuando ya se hizo popular entre los viajeros.
Si
bien las placas patentes más antiguas que pueden verse acá son de la
década del 80, la capilla de carretera se remontaría a los años 60,
según opinión de algunos residentes de La Calera y Catapilco. Esto es
cuando ya estaba bien terminada la carretera con asfalto que iba de
Santiago hasta La Serena, pasando por acá hasta la construcción del
túnel. La costumbre de poner patentes en animitas y altares populares a
modo de ofrendas o agradecimientos parece ser posterior, lo que explica
que las primeras patentes dejadas allí puedan ser de varios años después
del origen de la ermita. También se pueden ver coloridos carteles de
recorridos de microbuses locales entre las ofrendas.
Muchas
banderas chilenas adornan la ermita y marcan la relación chilena
indivisible de la fe popular con el patriotismo y el folklore. Además de
las placas con agradecimientos por favores concedidos y milagros
recibidos (el culto animístico
siempre se impone entre nuestro pueblo, según parece), hay un retrato
de la Virgen de Andacollo en el frente, "donado" por otra agradecida
familia. Lo que me parece era un templito en ruinas, al interior, está
lleno de flores, plantas vivas, imágenes religiosas y velas.
Se
observan varias estatuillas del Cristo Crucificado, la Virgen del
Carmen, San Sebastián, Santa Teresa de Los Andes, ángeles, reyes magos y
más placas de agradecimientos empotradas en la estructura. Dentro del
mismo conjunto abundan las guirnaldas e incluso un empolvado pino
navideño, más las descritas placas patentes y carteles de recorridos de
buses, acompañados por innumerables retratos de devotos fallecidos,
dentro de marcos y cristal, con estampas religiosas y otros elementos
propios de esta clase de tradiciones.
La vez que estuvimos allí en 2016, además, en un día bastante frío, había un perrito quiltro
de color chocolate malherido y refugiado intentando dormir en su
interior, con una pata muy maltratada. Parece ser que vivía allí, porque
alguien le dejaba agua y comida en la entrada de la ermita.
Lamentablemente, no pudo ser ubicado después que puse en alerta a
algunas almas caritativas sobre el estado del animal, aunque tenía
collar advirtiendo que tal vez no era una mascota abandonada.
Desgraciadamente
también, convocar fuerzas divinas en la Cuesta El Melón no ha librado a
este camino montés de sus históricos peligros, incluso tras la
construcción del túnel que permite saltárselo. Así lo revelan -más que
la revisión de la prensa- algunas de las animitas que existen en las
veras de la calzada. De hecho, han ocurrido accidentes graves
exactamente en el tramo La Virgen, donde está la propia ermita, como un
fatal choque frontal de camiones el 28 de mayo de 2010 y el volcamiento e
incendio de otro camión el 1° de junio de 2012, que casi provoca
también un desastre forestal a causa de las llamas.
A pesar de todo, la lealtad popular por la Virgen de la Cuesta
no se reduce y, por esta razón, se detienen en ella conductores de la
zona y los camioneros que deben pasar por el Kilómetro 113 de la Ruta 5,
donde está la cuesta. Cuenta con uno de los sencillos espacios que
sirven de aparcaderos del camino, relativamente cómodos para detenerse,
por lo que no es raro ver vehículos de distintos tamaños estacionados
allí mientras sus conductores hacen ofrendas, prenden ceras o se
encomiendan a la Virgen dentro de la ermita.
La
tradición del viajero acá, sin embargo, es dar un toque de bocina al
pasar de subida o de bajada por la cuesta justo enfrente de la ermita,
sin detenerse. La mayoría de los que transitan por allí parecen hacerlo,
y varios también se persignan, confiándose a la divina providencia para
el resto de lo que será su viaje no sólo por estas alturas, sino
también hacia su destino, cualquiera sea, a través de esta gran
carretera llamada Chile y cercada entre orillas de mar y montañas
nevadas. Algunos tocan la bocina de ida en un viaje y regresan a poner
velas de vuelta, además, sintiendo confirmada o cumplida ya su petición
de seguridad y buen resultado.
El
silencio de la Virgen es el que les responde a sus creyentes en
tránsito, a través de un letrero con el simple y esperanzador mensaje: "Buen Viaje".
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