lunes, 28 de mayo de 2012

LA ANIMITA SIN NOMBRE DEL PARADERO 19 DE VICUÑA MACKENNA

  • NOMBRE: Animita sin nombre de Vicuña Mackenna
  • COORDENADAS: 33°32'21.99"S 70°35'27.90"W
  • CIUDAD/UBICACIÓN: Comuna de La Florida en Santiago, Región Metropolitana - Chile
  • DIRECCIÓN: Bandejón lateral en la avenida Vicuña Mackenna en el Paradero 19, cruce con Enrique Olivares, frente a un conocido supermercado del lugar.
  • CATEGORÍA: Animita urbana / Protoanimita.
  • FAVORES SOLICITADOS: Desconocidos.
  • RESEÑA: La noche de la clasificación de Chile al Mundial de Fútbol de Francia, el 16 de noviembre de 1997, el muchacho de 23 de años Carlos Rodrigo Iribarra Morales, salió a celebrar el acontecimiento a las calles de la comuna acompañado de unos amigos, con una bandera chilena. Lamentablemente, un taxista borracho estrelló su vehículo contra la turba e intentó huir, golpeando mortalmente a Carlos e hiriendo a otra persona. Una sencilla estructura que ha pasado por varias vicisitudes con las remodelaciones del sector, se ha mantenido allí y de alguna manera aún continúa en el lugar de la tragedia, aunque muy amenazada.
Está allí desde antes de la construcción de las vías superiores de la Línea 4, hasta la plaza de Puente Alto, en avenida Vicuña Mackenna enfrente del conocido supermercado Unimarc, que antes fue un Ribeiro. Se encuentra en una etapa menor e incierta de desarrollo para la consolidación de un "culto" relacionado con la misma, resistiendo actos vandálicos y las modificaciones viales en el lugar, por lo que no luce aún placas de agradecimientos aunque sí velas, flores y visitas de creyentes, funcionando más como memorial. Si logra vencer las amenazas de desapareción, probablemente el tiempo le permita comenzar a adoptar características más propias de una veneración manifiesta por el ánima.
Aunque en estados anteriores fue también una casuchita con candeleros como las animitas más tradicionales, las señaladas remodelaciones que ha sufrido esta esquina de Vicuña Mackenna con  calle Enrique Olivares, especialmente desde la construcción de las vías del metro, además de ataques anónimos, han obligado a la animita a cambiarse de lugar o rehacerse más de una vez. Actualmente luce como un monolito rectangular de piedra de pequeño tamaño al extremo de un bandejón que divide la caletera de Vicuña Mackenna con su calzada principal. Está rodeado de un minúsculo jardín de flores, aunque nuestra cultura familiarizada con esta clase de señales informales en la ciudad nos permite comprenderlas inmediatamente como la indicación de un hecho trágico traducido en la presencia de una animita.
Como el pequeño conjunto ya no tiene escrito el nombre del homenajeado ni fechas de referencia, han aparecido versiones orales erróneas sobre su origen. Por tratarse de un cruce peligroso en la ciudad, además, se ha especulado que pertenece a un muchacho atropellado por un microbus o bien a alguna víctima de un choque accidental de vehículos. Sin embargo, la mayoría de los residentes del barrio -o al menos los más jóvenes-, ignora por completo la tragedia señalada por esta rústica animita.

Su verdadero origen, por singular paradoja, está asociado a uno de los eventos más alegres y celebrados de la sociedad chilena de los noventa: la clasificación al Mundial de Fútbol de Francia '98, con el rotundo triunfo de la selección de Chile sobre la de Bolivia, el 16 de noviembre de 1997. Sedientos de triunfos pero sumidos en el triunfalismo y la euforia, los ciudadanos salieron en masa a las calles aquella noche, a celebrar en sus mal llamados "carnavales" espontáneos, que no tardan en salir de control con la excusa de la alegría popular. La ebriedad masiva hizo la fórmula perfecta para el desastre aquella noche, aunque las autoridades trataron de minimizar el desorden sucedido: 204 personas terminaron detenidas y 22 terminaron heridos por accidente. Hubo choques, saqueos, vandalismo y pendencia por doquier.

En el saldo final de las celebraciones, también se contabilizaron dos muertos: Pedro Barra, un anciano octogenario fallecido en Neltume de un paro cardíaco mientras festejaba, y Carlos Rodrigo Iribarra Morales, un muchacho de 23 de años, transportista y, según se cuenta en el barrio de su tragedia, hijo de un conocido kiosquero de La Florida en esos años. La animita de Vicuña Mackenna corresponde precisamente a este muchacho.
Sucedió que, mientras todos corrían a la calles a gritar y tocar bocinas, Carlos había salido con una bandera chilena a comprar carne al mismo supermercado de esta esquina, según señaló su hermana en los medios de prensa ("La Tercera", 18 de noviembre de 1997). De seguro era para la parrilla de una fiesta improvisada por el triunfo deportivo. Allí, justo en la esquina, se unió espontáneamente a un grupo de conocidos y vecinos quienes también celebraban la clasificación, sin saber que eran sus últimos minutos de vida.
Para desgracia de todos, un taxista llamado Aldo Renato Silva venía pasando por allí, perdió el control de su vehículo y lo estrelló su contra la turba. Atropelló mortalmente a Carlos, cuyo cuerpo saltó por el aire y cayó sobre una menor de 15 años llamada Lorena Espinola Gallegos, dejándola herida con una pierna rota. La menor fue internada en el Hospital Sótero del Río pudiendo ser atendida a tiempo, pero se constató en el lugar la muerte del muchacho. El taxista de 50 años, quien habría tratado de darse a la fuga en aquella ocasión, se hallaba conduciendo borracho según pudo constatarse con el test de alcohol.
Sin consuelo y mientras el resto del país seguía celebrando en el impulso del triunfo futbolístico, los familiares de Carlos colocaron la primera sencilla animita en el lugar de la última desgracia del joven Carlos, con más motivación de memorial. Desde entonces, la estructura ha pasado por varias vicisitudes pero se ha mantenido a duras penas allí, continuando de alguna manera en el lugar tras sobrevivir a los años y las obsesivas remodelaciones, siempre con flores frescas rodeándola y dándoles colorido durante todo el año.
Las renovaciones, progresos y retrocesos de este sector de la avenida parecen acosar permanentemente la existencia de la  pobre animita, cada vez más cerca de desaparecer. Quizá el día que le sean recolocados el nombre de Carlos Iribarra y las fechas, se pueda aspirar a un mayor alcance popular al conocimiento y la veneración como animita, sacándola así del anonimato en que se encuentra para muchos de los floridanos que no supieron o que han olvidado ya aquella triste tragedia en 1997.

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