martes, 28 de junio de 2016

TUMBA DE FRAY PEDRO DE BARDECI EN EL TEMPLO DE SAN FRANCISCO

  • NOMBRE: Tumba de Pedro de Bardeci.
  • COORDENADAS: 33°26'36.55"S 70°38'51.89"W
  • CIUDAD/UBICACIÓN: Santiago Centro, ciudad de Santiago en la Región Metropolitana, Chile.
  • DIRECCIÓN: Iglesia de San Francisco de la Alameda Bernardo O'Higgins, entre calles Londres y San Francisco.
  • CATEGORÍA: Tumba milagrosa / Altar popular.
  • FAVORES SOLICITADOS: Relativos a la estabilidad y bienestar de las familias, con énfasis en la salud y recuperación de hijos. También hay agradecimientos por permitir conservar la fe y la esperanza.
  • RESEÑA:  Pedro de Bardeci, oriundo de Vizcaya, España, llegó a Chile desde Alto Perú en el siglo XVII, según su confesión porque la propia Virgen María le había ordenado viajar a Santiago y reclutarse en la Recoleta de San Francisco. Así lo hizo y su vida en el Convento se convirtió en una enorme cantidad de acontecimientos sobrenaturales que se juzgaron como prodigios de su inmensa fe y de su predestinación divina a ser hombre santo, ejecutando asombrosas demostraciones de supuesta levitación, clarividencia, precognición, curación de enfermedades, comunicación con animales, apariciones de sí mismo en otros sitios, etc. Su popularidad era enorme, y ya antes de morir a fines del año 1700 era considerado un santo popular. Sepultado en el templo franciscano de Alameda y constituyendo uno de los misterios religiosos más grandes de la historia de Chile, el culto que persistió en torno a él hizo que se iniciara un proceso de beatificación y canonización que estuvo muy cerca de dar resultados positivos, pero que enfrentó varias dificultades y tropiezos, quedando trunco hasta todavía hoy. Sin embargo, su figura aún despierta devociones en nuestros días, siendo visitado por devotos que piden y agradecen favores en su cripta y esperan que algún día se concrete su camino a ser reconocido como santo oficial de la Iglesia Católica.

Pedro de Bardeci y Aguinaco llegó a la Recoleta de San Francisco de Santiago decidido cumplir la estricta regla de pobreza de San Francisco de Asís, regalando a los pobres todas sus posesiones. Según la "Historia y devociones de la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile (1643-1985)" de Fray Juan Rovegno S., la formalización de su renuncia a todas sus posesiones materiales la hizo ante notario el día 23 de abril de 1675. Con 30 años a la sazón, venía desde Potosí para cumplir con la voluntad de ponerse a santa disposición de la Casa de Nuestra Señora de la Cabeza, por una voluntad que le habría sido informada por la mismísima Virgen María, según confesó después.

Pedro de Bardeci había nacido en Vizcaya, España, el 6 de abril de 1641. Por voluntad de su padre viajó a México con sus dos hermanos para dedicarse al comercio. Allá hizo sociedad con un rico vecino, pero no tardó en revelarse al sucio negocio especulativo de lucrar con productos de vital importancia para la gente más pobre y menesterosa, abandonándolo y dedicándose, a continuación, a la venta de tabaco. Tampoco le fue bien como escribano de un prestigioso navío, negándose a denunciar a un pasajero y debiendo renunciar por esta falta. Escapó hasta el Perú y desde allí a Potosí, donde se dedicó a la minería de la plata. Fue allá en donde la Virgen le habría "hablado", señalándole que debía emigrar otra vez:

- Ve a Santiago de Chile y toma el hábito de religioso en el convento de descalzos, llamado de Nuestra Señora de la Cabeza y allí me servirás, por ser ésta la voluntad de mi Santísimo Hijo.

Zarpó entonces a Valparaíso, obediente. Llegó a Santiago para hospedarse a la casa de su hermano Francisco. Fue desde allí donde, desprendiéndose de todos sus bienes, partió hasta la Santa Recolección para ser recibido por el guardián Valenzuela. Tomando el nombre de fray Pedro de la Natividad y trabajando primero como porterio, de inmediato comenzarían sus extrañas demostraciones sobrenaturales, que incluyeron hasta actos de levitación y ubicuidad.

Bardeci se convirtió en uno de los franciscanos más queridos y conocidos de la orden, atrayendo con su carisma y su generosidad a muchos fieles, precisamente en momentos que la Recoleta iba cobrando fuerza y popularidad en la sociedad santiaguina. Le llamaban el Padrecito de los Pobres, pues diariamente daba ayuda a los desvalidos en aquellos difíciles años de crisis económicas en Chile. Y así fue pavimentándose el camino a su condición de Siervo de Dios y Venerable.

Una gran cantidad de hechos prodigiosos atribuidos a su persona están registrados en el extenso expediente reunido para solicitar su beatificación, incuso algunos que fueron testimoniados por respetables y confiables vecinos de la ciudad. Los supuestos milagros incluyeron hasta detener intentos de asesinatos pasionales y hacer llover una tarde en la Recoleta. También fue capaz de detener pacíficamente un bravo toro suelto que causó pánico en las calles de la capital, tras escapar de su corral.

Cuadro de Bardeci junto a los pobres, en el Templo de San Francisco (Alameda).

Vista de la sala donde está la cripta y el cuadro.

Acercamiento a la gran piedra de la cripta, con su nombre.

Detalle de las placas de agradecimientos "por favores concedidos".

Acercamiento a los agradecimientos de los fieles.

A pesar de sus increíbles capacidades que lo hicieron candidato a santo, estaba escrito en alguna parte del libro del destino que allí, en la misma Recoleta, Bardeci encontraría la muerte el 12 de septiembre de 1700, a los 59 años, al expirar en el mismo domingo cuando se había celebrado la fiesta del Dulce Nombre de María. Su última voluntad en la agonía de fiebre y dolores, expresada al sacerdote Domingo Flores, fue que cuando este fuera prelado, exhumaran su cuerpo para sepultarlo a los pies de Nuestra Señora de la Cabeza en la Recoleta.

Incluso en sus exequias seguían ocurriendo cosas increíbles, como curaciones de enfermedades y visiones que son detalladas por sus biógrafos. Durante los tres días que siguieron a su deceso, además, el cuerpo del sacerdote se mantuvo flexible y sin la rigidez cadavérica, con aspecto de persona viva y con una extraordinaria blancura, permitiendo que se postergaran en un día sus funerales, para que los miles de fieles pudieran visitarlo y ser testigos de los sensacionales acontecimientos que seguían produciéndose, como escribió fray Cazanova:

Quedó el cadáver del Siervo de Dios muy blanco, su semblante sereno, con aspecto de persona viva y con toda su flexibilidad natural; así lo aseguran cuantos le vieron. Todos los habitantes de esta ciudad, a la noticia de su fallecimiento, recurrían en tropel para tener el consuelo de ver por última vez al varón admirable, al bienhechor generoso de los pobres y de cuantos a él habían recurrido. Llenóse de pueblo el interior de los claustros, la iglesia y la plazuela; ya no quedaba lugar para la gente que de hora en hora se aumentaba, viniendo hasta de los campos al ruido de tan extraordinaria novedad. Unos, postrados ante el féretro, buscaban los pies y las manos del venerable difunto, reconocidos por sus beneficios, otros cortaban pedazos del hábito para llevarlo por reliquia; cual lloraba su irreparable pérdida, cual se encomendaba al Siervo de Dios como a un verdadero santo; y todos le invocaban a grandes voces, diciendo no se les impidiese ver su cadáver por la última vez, que era el único consuelo que podían esperar.

Sólo el día 15 pudo ser despedido de este mundo en la iglesia del Convento Grande y llevado al Presbiterio de San Francisco. Cabe añadir que, por la presión popular, el cuerpo de fray Pedro Bardeci fue sepultado en un cajón en esta cripta de la Iglesia de San Francisco en la futura Alameda, y no desnudo en la tierra como era la voluntad franciscana, por lo que debió autorizarse por dispenso este descanso en un ataúd especial.

Cuando se intentó una posterior exhumación de su cuerpo para sepultarlo según su petición, se enfrentaron con otra sorpresa en esta cripta, que estaba junto a la tarima del Altar Mayor de San Francisco Solano que existía al momento de ser sepultado. Los sacerdotes Domingo Flores, Pascual Garay, Nicolás Freites y otros religiosos abrieron este sepulcro con ayuda de unos trabajadores, pero sólo encontraron dentro del cajón un agua perfumada que llegaba hasta el borde y que, también milagrosamente -según su interpretación- no se filtraba por entre las tablas. Tras buscar en torno a la cripta, pensaron que se trataba de alguna veta de agua o filtración que se habría escurrido al sepulcro, pero nada encontraron confirmando esta idea.

Dentro de esa misteriosa sopa había sólo un hueso, muy blanco y pulido, que fue retirado por Garay para ser observado. Flores, que a la sazón era padre provincial, ordenó colocar la pieza ósea otra vez dentro de la cripta, pero con las osamentas de otros tres cadáveres vecinos, para evitar que los restos se convirtieran en lugar de un culto popular que no estaba autorizado aún por la Iglesia, decisión que le ha sido reprochada duramente en épocas posteriores. El prelado también ordenó cerrar el sepulcro y suspendió el traslado a la Recoleta.

Años después, el 23 de diciembre de 1733 y cuando estaba iniciado ya el proceso para su reconocimiento, la cripta volvió a ser abierta, inspeccionada y cerrada otra vez, permaneciendo en el mismo lugar de la Iglesia de San Francisco.

Imagen tomada de la secuencia biográfica que había hasta hace poco en torno a su cripta. Muestra lo que parece ser el episodio de una visita a una familia cuando anticipó que el bebé de la casa se iría "al cielo".

Ocasión en la que Bardeci logró detener un toro bravo y suelto por las calles cuando este trató de atacarlo, según la historia que se cuenta de aquel incidente. Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta.

Pintura reproduciendo una de las supuestas experiencias de levitación de Bardeci, durante sus trances de éxtasis. Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta.

Aparición de Bardeci apenas murió en el Convento de Nuestra Señora del Socorro o de San Francisco. Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta.

En tanto, en la pared de este claustro franciscano de la Alameda se instaló un retrato suyo con la siguiente inscripción:

El venerable padre fray Pedro Bardesi, hijo de esta provincia y natural de Orduña, hijo de don Francisco Bardesi y doña Catalina de Aguinacio y Vidaurre, oriundos de Vizcaya.

El Convento de San Francisco también atesora parte de la cruz que usaba Bardeci para pasear por el Vía Crucis en la Recoleta, pieza de madera cuya otra mitad fue enviada a la iglesia franciscana de Orduña, en España, donde es conservada con devoción.

Con respecto al hasta ahora fallido intento de canonización, el camino comenzó el 14 de febrero de 1724, cuando los religiosos de San Francisco presentaron al Obispo Alejo Fernando de Rojas y Acevedo una carta solicitando iniciar un proceso con un informe “Non Cultu”. La intención era que la devoción hacia su alma, hasta ese momento irregular, fuera aceptada y aprobada para avanzar hacia la beatificación. Se creó una comisión para atender el caso y así fueron reuniéndose testimonios que acreditaban la condición especial del fallecido.

Sólo en 1730 pudo despacharse este proceso a la Santa Sede, pero la inexperiencia en los procedimientos comenzó a pasarle la cuenta a los chilenos. La Sagrada Congregación de Ritos encontró que faltaban antecedentes y mandó una guía informativa para que pudiera cumplirse correctamente con el procedimiento, retomándoselo en 1732 con el estudio de otra colección de casos documentados de milagros suyos, entre los que estaban los testimonios de importantes ciudadanos y religiosos de Santiago como los que revisamos anteriormente. El informe de los jueces quedó listo para ser presentado al Vaticano en septiembre de 1734.

También se inició el segundo proceso, titulado “De la Fama de Santidad, Virtudes, Dones Sobrenaturales y Milagros del V. S. de Dios”, concluido recién en 1751 y enviado a Roma al año siguiente. El proceso encendido con el “Non Cultu” fue aprobado por la Santa Sede en 1755; pero el “De Santidad, Virtudes, Dones” quedó pendiente mientras se verificaba la constancia de la fama del Siervo de Dios. También se inició un nuevo proceso de “Non Cultu” a principios de ese año y remitido al siguiente. Se empezaron otros dos titulados “De Virtutibus et Miraculis in Specie”, terminado en 1775, al que siguió “De Virtutibus in Genere”, que se prolongó por varios años más y sufrió una suspensión en 1793.

Hubo varios intentos e insistencias posteriores para reponer el proceso, pero la mencionada falta de experiencia en estos trámites y las intrigas rondaron durante todo el noble trabajo. En 1853 se emitió un decreto a tales efectos, pero todavía en los tiempos de Vicuña Mackenna este proceso seguía en suspenso. Según este autor, en 1863 se había realizado una nueva apertura de su lugar de reposo, en donde se verificó que el cuerpo del sacerdote no estaba en el sarcófago, para el asombro de los trabajadores e inspectores , pero para confirmación también de las historias registradas en las anteriores inspecciones de la cripta.

La tumba está actualmente en un compartimiento que se ya hecho al inicio del ala  sur del antiguo templo. Jamás se cumplió con su deseo final de ser sepultado en tierra, ni la voluntad popular de que sus restos (o lo que haya dentro de su ataúd) se trasladaran a tiempo desde la Iglesia de San Francisco a la de Recoleta, ante su Santa Madre.

El pequeño santuario con imágenes de su vida se ha hecho en torno a su cripta al inicio de la nave derecha del templo, con placas de agradecimientos por milagros que sigue haciendo todavía desde el Más Allá, según sus fieles. Según entendemos, no está en la ubicación original que había tenido la sepultura. Una placa colocada por representantes de la Ciudad de Orduña, recuerda al personaje allí en la sala de su sepultura con parte del mensaje que la Virgen le habría dado enviándolo a nuestro país.

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