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NOMBRE: Animita del Cazador / Animita de Lagunillas.
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COORDENADAS: 33°37'12.82"S 70°18'14.41"W
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CIUDAD/UBICACIÓN: Precordillera de la Zona Central, comuna de San José de Maipo, Región Metropolitana, Chile.
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DIRECCIÓN: Sector del kilómetro 12 del Camino al Centro de Ski de Lagunillas, casi enfrente del kiosco de venta de bocadillos y artículos para viajeros y esquiadores que ascienden por esta ruta.
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CATEGORÍA: Animita rural / Animita de carreteras.
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FAVORES SOLICITADOS: Los colegas cazadores del finado le solicitan protección, éxito en una jornada o bien le agradecen por lograr buenas presas. También era visitado por sus amigos, a modo de memorial.
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RESEÑA: Alejandro Hormazábal habría fallecido allí trágicamente con un arma de cacería, el 15 de mayo de 1988. Miembro del Club Victoria, era uno de los muchos cazadores que frecuentaban este sitio ya en forma casi histórica para la cacería cordillerana, especialmente la de conejo, codorniz y perdiz, hasta el infausto día en que recibió una mortal descarga producto de un desgraciado accidente. Sus colegas, actualmente, le recuerdan o retribuyen y agradecen favores simbólicamente, poniendo cartuchos vacíos de escopeta a los pies del templete y las piedras con grabados que forman parte de la animita.
El camino al Centro de Ski de Lagunillas, debe ser uno de los escondrijos cordilleranos con más actividad de caza en la Zona Central del país, dada la gran cantidad de animales existentes en el sector y que son considerados presas interesantes por sus captores humanos, como conejos silvestres, perdices y codornices.
La cacería se ha ido volviendo un asunto controversial, lo sabemos. Y me cuentan que, antaño, había un conocido huaso a caballo de este mismo sector, que salía a corretear a los cazadores que se metían por aquel camino. A pura montura y herradura, subía por cerros y quebradas escarpadas persiguiendo a los intrusos, reclamando enojado -en nombre de una patrona- e iniciado cada amonestación con una colorida muletilla de hombre de campo: "¡Mire gancho...!".
Justo en el sector del kilómetro 12 del Camino a Lagunillas tan visitado por aquellos cazadores, hay un kiosco de venta de huevos duros, gaseosas, jugos, leche y bocadillos para seguir por la ruta de los viajeros hacia las pendientes de los esquiadores y sus andariveles, además de artículos para la nieve (anteojos, gorros, guantes, etc.). Está en la entrada de una casa con gran terreno propio. Este puesto siempre ha sido de madera, pero antes era más rústico, resultando mejorada su estructura más recientemente.
Aspecto de la animita durante una temporada alta de visitas, con nieve en la cordillera. Imagen de Google Street View.
Aspecto de la animita y el paisaje durante la temporada estival.
Así se ve el templete en la actualidad, durante la temporada sin nieve.
Casi enfrente de este kiosco, cruzando el camino asfaltado a pocos metros antes de comience el largo y estrecho zig-zag de ocho cerradas curvas hacia el centro de deportes de invierno, está una animita blanca con singular templete de concreto en forma de gruta, con arco y cruz. Está montada sobre un sillar y un basamento de cemento, acompañada de dos monolitos laterales. No es una gran estructura, ni es la única de las animitas que uno encuentra (tres o cuatro hay) en esta ruta de unos 16 kilómetros desde su acceso por el Camino al Volcán, pero probablemente sea la que más destaca y llama la atención en la sinuosa vía.
La animita de marras pertenece a Alejandro Hormazábal, uno de los muchos cazadores que frecuentaban este sitio ya en forma casi histórica pero que, en su caso, durante la temporada de caza de 1988 y según recuerdan las historias locales del sector, habría recibido una mortal descarga con su propia escopeta, en un desgraciado accidente que le hizo perder de manos el arma escapándosele un tiro.
Por la actividad del fallecido (que, al parecer, tenía cierta importancia en el gremio) y por el atractivo del lugar para los que practican la caza, esta animita se ha convertido en una atracción devocional y conmemorativa para los demás miembros de clubes de caza, quienes dejan en ella una particular muestra de lealtad y homenaje, como veremos más abajo.
Uno de los pequeños monolitos que forman parte del conjunto, el de la izquierda, es una piedra en la que alguna fresa ha dibujado sencillos e ingenuos trazos formando lo que interpreto como un equipo de luz de caza y una escopeta de corredera. Diría que esta roca, de forma oval y con cara frontal plana, debe ser el mismo material granítico que puede observarse por esta zona de profunda influencia geológica y volcánica.
El otro de los monolitos, ubicado a la derecha del pequeño pabellón central y también de roca, tiene forma de lápida y su cara frontal, bajo el grabado de una cruz en escorzo, lleva una inscripción que nos arroja detalles más formales sobre la identidad del fallecido:
ALEJANDRO
HORMAZÁBAL E.
FALLECIÓ
15 DE MAYO 1988
Q.E.P.D.
RDO. DE SUS AMIGOS
VICTORIANOS
Ambos monolitos recordatorios tienen a sus pies muchos cartuchos ya percutidos, de distintas marcas, tamaños de perdigón y colores de vaina, correspondientes a las ofrendas que los cazadores le hacen al fallecido en su recuerdo, suponemos que en algunos casos, también solicitando protección o bien como agradecimiento por una jornada exitosa de cacería.
Con relación a la descripción general de su tragedia, el muy amable y hospitalario ciudadano helvético responsable de la administración y la cocina del Refugio Suizo de Lagunillas, Fritz, me comentó la misma historia del accidente para el infortunado cazador, durante una visita a la sede del Club Andino del mismo centro de ski, en días ya afuera de la temporada de nieves.
Los accidentes no son pocos en la cacería, y aunque afectan especialmente a los primerizos e inexpertos, especialmente los que cazan sin las formalidades o controles necesarios, la propia naturaleza destructiva de armas tan letales como la escopeta, pueden cobrar un carísimo costo incluso ante el menor descuido en unas manos experimentadas.
La muerte siempre rondará los caminos cordilleranos, partiendo por los accidentes automovilísticos y los despeñados. Además, muchos montañistas han pedido arrojar sus cenizas por estas montañas y valles, cruzados por el vuelo espiral de los cóndores. La animita de los cazadores, por supuesto, forma parte de este paisaje majestuoso y de esta historia de parcial tregua entre hombres y naturaleza en la cordillera andina.
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