- NOMBRE: Árbol de las Cruces de El Pinar
- COORDENADAS: 37°10'45.9"S 73°11'38.9"W
- CIUDAD/UBICACIÓN: Laraquete, Provincia de Arauco en la Región del Biobío - Chile.
- DIRECCIÓN: Plaza del acceso a la población El Pinar y al inicio de la calle del mismo nombre, cerca del empalme de la Ruta 160, justo a un costado de la carretera.
- CATEGORÍA: Altar popular / Altar funerario
- FAVORES SOLICITADOS: No parecen ser muchos, pues se trata más bien de un "descanso" (así llaman a las animitas memoriales en estos lados) dedicado al recuerdo de los pobladores que han ido falleciendo a la villa que allí existe. Todos son recordados con cruces, algunas placas y pequeños templetes al pie del árbol los que, sin embargo, tienen características generales propias de cualquier animita de caminos o rural.
- RESEÑA: La población El Pinar fue fundada por trabajadores forestales en 1970, y decidieron recordar a los que ya han partido de aquella comunidad vecinal con este "descanso" de cruces reunido en el tronco del alto y viejo pino insigne. Esta plaza es reciente, y el plan original de los paisajistas incluía retirar aquel árbol. Sin embargo, los residentes de El Pinar se opusieron y prefirieron que se quedara con las identidades de todos sus seres queridos ya partidos, a pesar de que las autoridades les habían ofrecido inscribir sus nombres en algún memorial dentro de la propia plaza. El pino viene a ser casi un símbolo de la población y del rubro maderero que la vio nacer, en consecuencia. Este es otro de los casos de cultura funeraria más curiosos que pueden hallarse en el sur de Chile.
Saliendo de la localidad de Laraquete en la Provincia de Arauco y de camino hacia la ciudad del mismo nombre, se puede encontrar una pequeña plaza en las puertas de la población El Pinar. De inmediato destaca en el paisaje un alto y espigado pino insigne con un detalle sensacional: una gran cantidad de cruces y placas de recuerdo para fallecidos en su base.
A pesar de su aspecto estilizado y exageradamente podado (al punto de quedarle sólo un penacho de ramas como copa) el árbol se ve antiguo y de tronco muy grueso, con todo su segmento inferior oculto por aquellas cruces funerarias. Es, así, una especie de animita y memorial, del tipo que por acá llaman compasivamente como descansos.
Obviamente y como adicto al tema animístico, me detengo de inmediato y dejo la bicicleta a un lado para acercarme a esta curiosidad verde. Para mi suerte, un empleado municipal que vive en esa misma población, El Pinar, está regando y dando mantención a la plaza, así que tengo una primera fuente para los primeros testimonios al respecto. Es un señor mayor y gusta del bajo perfil, así que lo llamaré acá simplemente don Juan, para poder darle un nombre.
Ubicada por la continuación de la avenida Gabriela Mistral cerca de su fusión con la Ruta 160, esta plaza saluda y presenta el caserío ante los visitantes con una inscripción en su nuevo pretil, por el lado poniente: "BIENVENIDO A POBLACIÓN EL PINAR. 1970". Fue rehecha hace poco, pues por años el área verde de entrada a la Población El Pinar estaba en el terreno que se halla exactamente al lado, en la vecindad inmediata. A aquel lugar los residentes lo llamaban Plaza de los Cañones, pues había en ella antiguas piezas de artillería que fueron retiradas, aunque don Juan cree que pueden volver a la actual plaza.
La población El Pinar nació, precisamente, con la llegada trabajadores de la intensa actividad forestal de la zona, pero mi informante es categórico en recalcar que, originalmente, eran sólo tres pasajes de calles polvorosas los fundados por esos pioneros. Este lugar hizo noticia poco después del Bicentenario Nacional, a propósito del rechazo de sus residentes a la instalación de la Termoeléctrica Pirquenes, que debía ubicarse cerca de allí. Hoy, sin embargo, es toda una pulcra y densa villa que llega casi hasta la orilla del Estero El Molino.
El memorial del pino está directamente relacionado con aquellos antiguos primeros pobladores: allí son homenajeados y recordados todos los que ya han ido partiendo, de modo que funciona como una especie de altar de conexión familiar, vecinal y colectiva con quienes han sido moradores de esta población. La mayoría son ancianos, quizá, pero también hay gente de generaciones más jóvenes figurando allí.
Las cruces -en tupida concentración- son similares a las que uno encontraría en un cementerio rural o en las animitas de carreteras, con el nombre de cada finado y sus fechas alfa y omega de existencia en el Más Acá. A los pies del viejo pino también hay algunos templetes o casuchitas, de nuevo similares a las animitas, y otros homenajes corresponden a placas más modernas. Ramos de flores reales y otras artificiales colorean aquella corteza.
Don Juan agrega a esta historia otro
detalle dramático: el pino quería ser cortado por las autoridades cuando se
remodeló la plaza. La idea de los paisajistas era colocar el nombre de todos
esos pobladores ya fallecidos en inscripciones dentro de la misma área verde o
bien en un memorial especialmente construido para ellos. Sin embargo, los residentes se opusieron y prefirieron esta
folclórica opción, con las cruces en el tronco llevando sus identidades. Así quedó, entonces.
Ese es el secreto del querido árbol de
los fallecidos de El Pinar, entonces: viviendo sereno y tranquilo por los que ya no viven. Otra de
las muchas curiosidades de Laraquete que he podido conocer hacia mediados de
enero de 2022, tras haber cruzado la Región del Biobío para continuar más hacia
el sur, tras todos esos inagotables misterios.
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