jueves, 21 de junio de 2012

UNA "ANIMITA PROVISORIA" PARA UN FERIANO

  • NOMBRE: Altar funerario provisorio de don César.

  • COORDENADAS: 33°32'23.03"S 70°35'0.94"W

  • CIUDAD/UBICACIÓN: Comuna de La Florida en Santiago, Región Metropolitana - Chile.

  • DIRECCIÓN: Feria libre "Bellavista", puesto de calle Enrique Olivares casi llegando a avenida Colombia, calzada sector Sur.

  • CATEGORÍA: Altar popular / Protoanimita.

  • FAVORES SOLICITADOS: Sin solicitudes, sólo homenaje.

  • RESEÑA: Altar funerario o "de muertos", colocado en donde antes estaba el puesto de venta de ropas y algunos artículos domésticos de don César Naranjo, uno de los comerciantes más antiguos y queridos de esta popular feria que se instala todas las semanas en calles de la comuna, fallecido por un cáncer fulminante. Levantado el jueves 21 de junio de 2012, día de su funeral, constaba de una mesa con velos blancos como manteles y fotografías del personaje, lleno de flores y velas colocadas por sus ex colegas y sus clientes. No es exactamente una animita, pero mucho del culto mortuorio popular ya se hace presente en este ejemplo de homenaje al fallecido.

Existe cierta categoría de proto-animitas que nacen intencionalmente como manifestaciones efímeras o momentáneas de homenaje y reverencia a un recién fallecido, pero que por su propia importancia en la fe popular y si las condiciones ambientales lo permiten, pueden constituirse accidentalmente como puntos de origen o gestación de una animita tradicional. En apariencias, acusan una gran relación con los llamados altares de muertos, desprendidos de las tradiciones del Día de los Difuntos en el Nuevo Mundo y con expresiones que combinaron elementos del cristianismo hispánico con otros nativos, especialmente visibles en Mesoamérica.

Ejemplos de tales formas de homenaje hay varios: si alguien fallece dentro de una comunidad de estudiantes, al día siguiente su banco en la sala amanecerá con una flor; si una persona muere atropellada en un cruce, esa misma noche serán encendidas un par de velas marcando la esquina de la tragedia. Un caso reciente es el del lugar preciso del Parque San Borja donde el muchacho Daniel Zamudio recibió la brutal agresión que apagó su vida tras semanas de agonía, ahora decoradas con tarjetas y regalos a modo de ofrendas. Sin embargo, este modo se ha repetido siempre en fallecimientos trágicos, como "marcando" el lugar mientras el drama siga fresco... Y a veces también hasta mucho después.

Personalmente, recuerdo también cuando llegué a casa luego de un pésimo día en junio de 1997, y me encontré allí con la noticia fría como balde de agua helada, de la súbita muerte de mi abuelo René, mi Tata. En aquel día, alguien había colocado en la habitación de mi viejo, sobre su velador y al lado de la antigua radio que siempre le acompañaba desde temprano con tangos, una vela encendida, como si se marcada de alguna manera su presencia ya a nivel espiritual, en el lugar más propio y característico suyo en lo cotidiano.

En estas manifestaciones inmediatamente posteriores a la muerte de alguien querido, y tal como acontece también con el culto animístico, hay una inclinación "connatural" a buscar una asociación geográfica con la memoria del que ha partido. Mas, ¿cuál puede ser el origen de este impulso casi universal, por sobre los credos o las culturas, a marcar de esa forma el lugar que perteneció a un fallecido, aunque sea con una flor o una vela en su recuerdo?

No cabe duda de que esta misma tendencia es la simiente de la relación original entre las animitas y su respectiva ubicación geográfica, en el caso de las tradiciones populares con base cristiana. Sin embargo, muchas de estas mismas instancias conmemorativas se conciben primordialmente en esta forma efímera, como un rápido e improvisado homenaje al fallecido a través de pequeños altares o gestos de recuerdo y despedida, paralelos o posteriores a los sepelios y funerales, señalando algún lugar relevante en la vida del finado o el punto preciso de su propia partida, y es por esto que también parecen ser costumbres que podrían estar asociadas al surgimiento de las animitas.

En mi última visita a una feria libre llamada Bellavista en La Florida, antes de viajar otra vez afuera de la capital, ha estado señalada por la confirmación de un hecho triste: en donde antes estaba el puesto de venta de ropas y algunos artículos de armario de don César, uno de los comerciantes más antiguos y queridos de este popular mercadillo que se instala todas las semanas en calles de la comuna como Enrique Olivares y Santa Amalia, había ahora una mesa con velos blancos como manteles y sobre ella dos fotografías del personaje, con sus característicos lentes gruesos y su rostro de gestos serenos. Estaba lleno de flores y velas que seguramente habían ardido desde temprano, con el siguiente mensaje doloroso escrito en una cartulina por sus colegas ferianos:

CÉSAR NARANJO (Q.E.P.D.)

CUESTA ACEPTAR TU PARTIDA, PERO AL MISMO TIEMPO NOS ALEGRA HABER COMPARTIDO TANTAS COSAS, DONDE OLVIDAMOS LA PEGA Y AFLORABA LA AMISTAD.

FELIZ VIAJE AMIGO

CLUB DEPORTIVO - CLUB DE PESCA Y CAZA - FERIA BELLAVISTA

Los puestos cerraron más temprano y partieron a despedir en su funeral al respetado comerciante, que falleció devorado por un malvado cáncer estomacal, detectado hacía sólo dos meses antes de su muerte. La mesa fue lo último en ser retirado de esta conocida feria libre, cuyos miembros no estaban con su habitual buen ánimo y risa.

¿Qué es esta mesa-altarcillo sino una animita "provisoria" en su nombre, cual escueta manifestación de ruegos y buenos deseos para con el "ánima" de don César? Aun si en este caso no se dan los fenómenos de devoción explícita por su alma y solicitudes de favores, por la misma corta vida del homenaje, se trata de los mismos impulsos de la fe popular: son ellos los que llevan a sus queridos y esforzados compañeros de trabajo a marcar el lugar de simbólica importancia en la existencia del fallecido, con un sentido recuerdo y agradecimiento a su memoria, con la esperanza de que llegue a conocer de ello en el mundo espiritual, con la comunicación representada por los ramos de flores, las velas y los mensajes de despedida.

Estoy a poco de realizar mi propio nuevo viaje mientras escribo estas líneas, infinitamente más breve que el don César y con regreso. Y no puedo evitar pensar en lo extraño que resulta cuando nos encontramos frente a altares mortuorios o animitas que correspondieron a alguien que conocimos en vida; cuando esos nombres dicen "algo" más, como intento que suceda precisamente en este sitio.

Como ésta es la última entrada que alcanzo a escribir en Santiago por esta temporada, la dedico entonces al recuerdo de quien es -de alguna manera- su principal protagonista: don César Naranjo, ya no más presente entre nosotros.

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