lunes, 28 de noviembre de 2016

ANIMITA DEL COLGADO EXEQUIEL


  • NOMBRE: Animita de Exequiel / Animita del Colgado.
  • COORDENADAS: 33°38'13.30"S 70°48'11.95"W
  • CIUDAD/UBICACIÓN: Barrio Colón Oriente de Las Condes, Región Metropolitana, Chile.
  • DIRECCIÓN: Esquina al suroniente de avenida Cristóbal Colón con Padre Hurtado Sur, en la plaza junto a la calle. Antes estuvo en un árbol, justo enfrente.
  • CATEGORÍA: Animita urbana.
  • FAVORES SOLICITADOS: Favores generales, no especificados en las placas de agradecimientos. Según testimonios de vecinas, los principales solictantes son choferes, taxistas, conductores de buses, habitantes del mismo barrio, estudiantes y residentes de la comuna.
  • RESEÑA: En 1968, un atormentado muchacho de alrededor de 25 años y residente de este mismo vecindario, se suicidó en un grueso árbol ubicado junto al desaparecido murallón o tapia del Fundo Santa María de Apoquindo, siendo encontrado al día siguiente. Vecinos y familiares convirtieron el árbol en un lugar de devoción y de recuerdo por el finado, cuya animita fue traslada más tarde a la esquina paralela, donde aún permanece. Se le han sumado las animitas de otras dos tragedias en este cruce de calles: la de Pedro Vargas Lizama y Daniela Zúñiga Rojas.

La animita del "colgado" Exequiel está en la esquina al suroniente de avenida Cristóbal Colón con Padre Hurtado Sur, junto a una plaza. Sin embargo, esta no es su ubicación original: estaba al otro lado de la calle, por la vereda poniente de Padre Hurtado, casi empotrada contra el antiguo murallón tipo tapial de adobe que recorría el perímetro del antiguo Fundo Santa Rosa de Apoquindo, misma pared que sostenía algunas de las más antiguas placas de agradecimientos para el personaje. Este murallón ya no existe: una extensa reja metálica lo reemplazó hace tiempo.

La primera posición de la animita, al pie de un añoso y grueso roble encina, no era casual: según las placas que testimoniaban el drama, allí se había suicidado Exequiel Antonio Jilberto Cornejo el día martes 20 de agosto de 1968, colgándose del cuello con una soga que pasó por las ramas de dicho árbol inclinado. Conocido como "el joven" o "el colgado" desde entonces entre sus vecinos, al parecer existió hasta un retrato fotográfico de Exequiel entre las placas de agradecimientos en el pasado, pero que desapareció tragado por el tiempo y el envejecimiento.

El triste suicida vivía esas las casas de Colón Oriente con su familia, la que continuó residiendo en el barrio tras su partida. Tenía una edad indeterminada de entre 20 a 30 años, según las versiones que pueden recogerse, y se comenta que tuvo una existencia atormentada, pasando por una profunda depresión activada por razones que no parecen claras: penas de amor, delirios, alcoholismo. Problemas mentales y dos intentos anteriores de suicidio acompañan su hoja de vida en la tradición oral, además.

De acuerdo a la misma leyenda indagada y comentada por la periodista Patricia Guerra, para una nota cultural del diario "La Tercera" del 21 de agosto de 1997 (al cumplirse 29 años del suicidio), Exequiel habría llegado ebrio a casa, desatándose una gran discusión con sus padres que habría detonado su radical e irreversible decisión. Alcanzó a despedirse de familiares y amigos antes de concretarla, pero, desgraciadamente, nadie creyó que iba a poner fin a su vida... Hasta la mañana siguiente, cuando residentes del sector que iban hacia sus trabajos, lo encontraron colgando del mencionado árbol, muy temprano aquella mañana.

La vecina llamada María Ester Muñoz, residente de las casas ubicadas en frente de los hechos y, por lo tanto, testigo de lo sucedido aquel día de 1968, contaba a la misma investigadora que los perros de esas cuadras aullaron toda la noche en que Exequiel se había suicidado, extendiendo sus lamentos por semanas y meses, inclusive. La vecina rezaba la oración del Credo para calmar los llantos caninos, pues creía que era el Diablo el que podía estar haciéndose presente.

Aspecto y ubicación originales de la animita de Exequiel, en imagen publicada en 1997 por el diario "La Tercera".

El grupo de animitas de Colón con Padre Hurtado, de día y en su ubicación actual.

Las mismas animitas vistas de noche, con velas encendidas.

El árbol original donde se colgó Exequiel y donde estuvo su animita.

El mismo árbol, visto en el sentido opuesto en calle Padre Hurtado.

Vista lateral de la animita de Exequiel, en su ubicación actual.

Animita de Exequiel, en su ubicación actual. Vista nocturna.

Acercamiento diurno a la misma animita.

Interior del templete de la animita, en la noche.

Placas de agradecimiento para los "favores concedidos" por Exequiel.

El árbol donde murió Exequiel se convirtió, espontáneamente, en su memorial. El padre del finado iba todos los días a dejarle flores, hasta el día de su muerte a muy avanzada edad, continuando su hermano con esta costumbre en la animita. Estaba acompañado de varias plantas, especialmente cactos, por alguna razón. Al no haber más espacio en el suelo para ellas, sin embargo, le empezaron a colgar modestos maceteros de plástico en el mismo tronco; y al llenarse éste, comenzaron a aparecer plantitas también en dos árboles vecinos de la misma orilla en calle Padre Hurtado, al tiempo que se trataba de mantener bidones y cubetas con agua, para regarlas.

También llamado Toñito por algunos de sus devotos, aludiendo al segundo nombre del finado, el ánima del "colgado" ha sido venerada especialmente por taxistas, choferes de locomoción colectiva, estudiantes y "gente de plata", según declaraba doña Morelia Henríquez en la señalada fuente periodística. "Claro que ellos se camuflan, porque les debe dar vergüenza que los vean", acotaba la antigua vecina del sector.

Muchas cosas cambiaron desde entonces, pero otras se mantienen intactas. Hacia el cambio de siglo, al demolerse la antigua pared perimetral del Fundo Santa Rosa de Apoquindo para ser reemplazada por las rejas del parque y darle un poco más de espacio también a la vereda peatonal, la garita de esta animita, con techo a dos aguas y hasta una pequeña chimenea, fue trasladada completa cruzando la calle, a la señalada posición en el inicio de la plazoleta, en la esquina Suroriente de Colón. Muchas de sus decoraciones, candelabros y placas se mudaron también con este traslado, pudiendo ser reconocibles todavía.

En su nueva ubicación a sólo unos metros de la original, la animita de Exequiel sigue siendo venerada con obsequios, velas y testimonios de "favores concedidos", esta vez bajo la sombra de un llamado árbol del paraíso o de los rosarios, por sus drupas redondas y pálidas parecidas a cuentas. En tanto, el centenario árbol original donde ató la horca con que renunció a la vida, sigue existiendo al otro lado de Padre Hurtado, siendo reconocible por su tronco grueso e inclinado hacia la calzada. Aquellas ramas desde la cual pendía su cuerpo de Exequiel en el aciago día de su suicidio, ya no existen o han quedado muy altas luego de todos los años transcurridos.

Exequiel ya no está sólo: forma parte de un grupo de tres animitas, acompañado por la de Pedro Vargas Lizama, joven obrero muerto injustamente en un incidente policial de 1988, y Daniela Zúñiga Rojas, muchacha atropellada por un bus en 2007, ambas víctimas también residentes del barrio.

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