LA TUMBA MILAGROSA DE CARMENCITA CAÑAS

• NOMBRE: Tumba de Carmencita Cañas / La Carmencita.

• COORDENADAS: 18° 0'1.85"S 70°15'29.10"W

• CIUDAD/UBICACIÓN: Recoleta, Provincia de Santiago, Región Metropolitana, Chile.

• DIRECCIÓN: Avenida principal Limay del Cementerio General, a poca distancia y en vía directa del acceso de Recoleta.

• CATEGORÍA: Tumba milagrosa.

• FAVORES SOLICITADOS: De todo tipo, pero relacionados principalmente con peticiones femeninas de amor, seguridad, estabilidad o bienestar emocional y hogareño. También respondería a peticiones de favores dirigidos a niños.

• RESEÑA: Una versión dice que Carmen Cañas fue una niña de nueve años que falleció violada y asesinada en 1949. Otra creencia asegura que era una jovencita de 15 años enamorada de un muchacho con el que se casó en secreto con él o estaba estaba en trámites de hacerlo, cuando su familia le obligó a terminar la relación, suicidándose en el cementerio colgada una noche en un sauce junto a la que ahora es su tumba. Al parecer, la realidad es que la fallecida Margarita del Carmen Cañas era una mujer de 37 años que se vino a Santiago dedicándose a la prostitución, oficio en el que habría conocido a un acomodado señor con quien formó pareja. Falleció mientras era intervenida quirúrgicamente en la Posta Central de Santiago.

Está ubicada exactamente en la avenida principal Limay del Cementerio General, a poca distancia y en vía directa del acceso de Recoleta junto a la Estación Cementerios del Metro. Esta posición privilegiada, a la vista de los cientos de visitantes que a diario acceden por allí, además de la ostentosa decoración saturada de placas, flores coloridas y muñecas, la han convertido en una de las animitas de mayor popularidad en Santiago, siendo venerada con gran devoción y convencimiento por los fieles devotos de la Carmencita.

Existe una enorme cantidad de placas en ella, la mayoría de mármol pero de todas las formas, diseños y tamaños, agradeciendo los favores de la fallecida. Son tantas que han debido ser distribuidas en el escaso espacio de la tumba, de modo que algunas de ellas cubren a otras, en ciertos casos. Las anteriores parecen estar tapadas por las siguientes y por el grueso glaciar de oscura cera quemada de las miles y miles de velas que se han consumido en este lúgubre rincón del principal cementerio de nuestro país. Cada una de ellas era una esperanza o un agradecimiento a la difunta Carmencita, por supuesto.

De las placas de gratitud "por el favor concedido", las más antiguas que permanecen a la vista son de los años setenta, según nuestra impresión. Es probable que las generaciones anteriores de ellas ya no existen. Casi se pierde entre las mismas una que se supone principal, señalando el nombre de quien se encuentra bajo este altar de devoción popular, colocada más recientemente en reemplazo de la original, también ya perdida o destruida: "Carmencita Cañas Cañas + 18 - 11 - 1949".

Aunque sabemos que la mayoría de los historiadores escarba en las raíces del cristianismo y de su llegada a América la razón del fuerte culto animístico en Chile, para muchos críticos ligado más bien a la necromancia o nigromancia del paganismo, la presencia de esta fe popular sobre los poderes de los muertos data de tiempos de la prehistoria de la Zona Central, con las costumbres de la llamada Gente de los Túmulos, por ejemplo, cuyas tradiciones funerarias incluían sepulturas en cámaras formadas por pequeñas pircas o túmulos, rodeadas por los utensilios y herramientas del fallecido. Empero, aunque hay una convicción ancestral no sólo por negar la muerte como algo físico (el "ánima" se queda rondando el lugar de su muerte), además se le atribuyen poderes especiales y que no pertenecen a los vivos, sino a los santos milagreros. Esta parte de la tradición trasciende a lo conmemorativo y podría haber llegado desde tradiciones hispánicas como los petos de muertos y los cenotafios.

El caso de Carmencita del Cementerio General es un típico ejemplo de aquella cultura mestiza y "necromante" persistiendo en las antiguas costumbres mortuorias chilenas. También lo son las varias indefiniciones que existen sobre su verdadera historia, todas ellas emparentadas con la idealización y con el mito más que con la realidad. Es un tema que provoca gran rechazo en el mundo evangélico, por ejemplo, pues se interpreta que el folclore y la tradición de muertos contraviene a ciertas restricciones bíblicas dirigidas a contener el paganismo.

En lo que coinciden las versiones populares de la vida de la difunta Carmen, sin embargo, es en que se trató de una mujer muy joven, pobre y que falleció de manera trágica; por eso los innumerables juguetes y muñecas que los agradecidos devotos de la animita le llevan de regalo como contrato o como agradecimiento por los favores solicitados. Las grandes variaciones e imprecisiones de su leyenda van apareciendo en los detalles, algunos muy lejanos a las certezas que hoy se tienen de esta sepultura.

Siendo una tendencia casi instintiva entre los fieles la de convertir al personaje de la animita en un ser de rasgos tan angelicales como la vida terrenal lo permita, es frecuente que terminen mutando sus identidades a las de niños o jóvenes inocentes. No es la primera vez ni ha sido sólo en Chile donde se exaltan los elementos de pureza y de inocencia infantil en un personaje convertido a fuerza de circunstancias trágicas en objeto de culto popular, por consiguiente, y Carmencita es un buen ejemplo de ello. En España, por ejemplo, habría sucedido algo parecido con el llamado Santo Niño del pueblo de La Guardia, que hacia fines del siglo XV desapareció desde este poblado de Toledo realizándose después un famoso y hasta hoy controvertido proceso inquisitivo en que un grupo de residentes judíos habrían admitido haberlo asesinado en un grotesco rito hereje (que algunos ponen en duda, es preciso acotar), lo que sirvió de excusa final a la Corona Española para decretar la expulsión de la gente de este origen en 1492.

El niño desparecido en La Guardia se habría llamado originalmente Juan y, según algunas de sus primeras representaciones, estaba cerca de la adolescencia. Empero, después, al convertirse en milagrero, su nombre cambió a Cristóbal (de mayor connotación cristiana) y su edad de muerte bajó a los tiernos 3 o 4 años. Es decir, fue "angelizado" por la tradición y la propaganda. Algo parecido sucedió con Carmencita en la fe popular, entonces: pasó de ser una mujer en edad adulta o joven a una niña muy distante en su inocencia de la verdadera Carmen Cañas, como veremos.

Así las cosas, las historias angelicales -un tanto expiatorias e inocentonas- sobre la pobre Carmencita del Cementerio General, tienen por principales a estas dos:

1. Que Carmen Cañas fue una niña de nueve años, muy modesta, quien falleció al ser violada y asesinada brutalmente en 1949, por un misterioso criminal. Las abuelas aseguraban que el crimen causó conmoción en la sociedad chilena y que el culto a la infeliz víctima brotó espontáneamente, a partir de este horrendo acontecimiento. Esta es la versión más popular sobre su enigma.

2. Que la misma Carmencita fue en realidad una jovencita de 15 años locamente enamorada de un muchacho venido del campo: mientras unos dicen que se casó en secreto con él, otros creen que estaba en trámites de hacerlo. El caso es que su familia le obligó a terminar la relación. Incapaz de soportar el dolor y la soledad, entonces, se suicidó en el Cementerio General colgándose una noche de un sauce, junto a la que ahora es su tumba.

Ambas versiones -por poéticas e interesantes que puedan resultar- sin embargo presentan problemas que, analizados con detención, demostrarían su desajuste total con la realidad o sus meras posibilidades. Mientras la primera historia obliga a tener que citar en la tumba sólo la fecha de fallecimiento (como efectiva y sospechosamente sucede hoy), la segunda hace vista gorda al hecho de que, junto a la cripta, no existe ningún sauce con características tales como para permitir un suicidio por ahorcamiento. El árbol que actualmente da sombra a la tumba de Carmen Cañas habrá sido, cuanto mucho, un arbusto insignificante a mediados del siglo XX cuando tuvo lugar su muerte.

La información de archivos que se manejan en el Cementerio General y en otras fuentes de investigación tiene una historia bien distinta, entonces: Carmencita se llamaba en realidad Margarita del Carmen Cañas, y no era una niña al momento de morir; ni siquiera una adolescente, pues contabilizaba ya unos 37 años de vida. La versión ha sido aseverada por funcionarios y guías del cementerio como el investigador de cultura funeraria Cristián Niedbalski, de hecho, más de alguna vez entrevistados por medios nacionales.

Según aquella información, entonces, como muchas mujeres de escasos recursos de aquellos años Margarita del Carmen se vino a Santiago abandonando la vida en el campo, pero sin poder encontrar estabilidad económica se dedicó al ejercicio de la prostitución. Fue en estos oficios cuando habría conocido a un acomodado señor santiaguino, según algunas fuentes llamado Julio Marín Alemany, con quien vivió un idílico romance. Sin embargo, la sufrida mujer falleció víctima de una reacción a la anestesia, mientras era intervenida quirúrgicamente por una grave enfermedad en la Posta Central de Santiago, que por entonces quedaba en la segunda cuadra de calle San Francisco.

No sabemos si la historia real de la Carmencita era conocida en las primeras décadas de su sepultura convertida allí mismo en animita, pero llama la atención la posibilidad de que algunas prostitutas de la época la hayan tenido también por objeto de sus veneraciones, en aquellos años. La mayoría de sus devotas ha sido mujeres jóvenes, adultas y viejas, sin embargo, formulando peticiones de amor, bienestar familiar y asuntos maternales o relacionados con la armonía dentro de los hogares.

Ciertamente, los hechos en la historia de Carmencita no tendrían el encanto angelical ni la pureza infantil que muchos quisieran ver en su estimada tumba devenida en exposición de juguetería y placas de agradecimientos. No obstante, es claro que sigue y seguirá siendo una de las animitas con más registros de "favores concedidos" en la capital chilena, probablemente la más popular de todo el Cementerio General. Tanto es así que un popular bar y restaurante ubicado casi en la esquina de Arzobispo Valdivieso con Recoleta, a pasos del célebre Quita Penas, lleva el nombre de la Carmencita en el mismo barrio del cementerio.