jueves, 19 de abril de 2012

EL MAUSOLEO DE JOSÉ MANUEL BALMACEDA

  • NOMBRE: Mausoleo del Presidente Balmaceda.
  • COORDENADAS: 33°24'50.45"S 70°38'57.60"W
  • CIUDAD/UBICACIÓN: Recoleta, Provincia de Santiago, Región Metropolitana, Chile.
  • DIRECCIÓN: Patio 67 del Cementerio General de Recoleta, en calle interior O'Higgins con Primera de Tilo.
  • CATEGORÍA: Tumba milagrosa.
  • FAVORES SOLICITADOS: Principalmente, de buen rendimiento escolar y académico. Las peticiones se hacen arrojando papeles con cada petición dentro del mausoleo, y con algunas anotaciones también el los muros, a pesar de que éstas son borradas cada cierto tiempo.
  • RESEÑA: El mausoleo del presidente José Manuel Balmaceda, quien se suicidara al final de la Guerra Civil de 1891, en algún momento se convirtió en una animita con fama de asistir a los estudiantes en sus calificaciones y desafíos académicos. La costumbre de pedirle favores escolares a Balmaceda está constatada ya en los años veinte, por Joaquín Edwards Bello. Por más que se ha tratado de terminar con esta tradición, la tumba milagrosa de Balmaceda sigue siendo visitada y venerada por quienes creen en la intervención del fallecido mandatario chileno sobre el mundo de los vivos.
Nadie sabe cómo comenzó exactamente la tradición de solicitar favores al presidente José Manuel Balmaceda en su mausoleo del Cementerio General, en Recoleta. Los creyentes lo hacen rayándolos en las paredes de la estructura o bien arrojándole papelitos con las solicitudes al interior de la cámara mortuoria, donde también reposa su distinguida esposa doña Emilia Toro, quien es receptora de algunas peticiones formuladas por muchachas jóvenes, además.
Siendo práctica antigua, habrá recomenzado con aquella actual característica entre los años 2006 o 2007 según nuestros cálculos, pues han aparecido alguna vez inscripciones con agradecimientos por los favores concedidos hacia esas fechas mientras que, en años anteriores, no era tan visible ni fuerte como ahora. La mayoría de las peticiones, sin embargo, siempre han sido de temáticas educacionales o formativas como prioridad: buenas notas, pasar ramos, sacar carreras o quedar seleccionado en ciertas casas de estudios. En algunos casos son inscritas con sendos errores ortográficos, por curiosa ironía, sugiriendo que se trata de gente más bien joven.
Evitando tanto como es posible el acto de invadir los secretos y las angustias íntimas de los chiquillos, solicitantes, reproduciremos luego sólo algunas de sus peticiones, tratado de dejarlos permanecer en lo más parecido al anonimato que se pueda. Sin embargo, es preciso advertir desde ya que la costumbre no es nueva, como creyeron ciertos reporteros de la estación televisiva, sino que se ha restituido pero llevando largo tiempo vigente. Ya había sido comentada por Oreste Plath en su libro "L'Animita", de hecho, donde reproduce el siguiente extracto tomado del libro "Crónicas reunidas" de Joaquín Edwards Bello, escrito en 1921:
Personas de diversas categorías, generalmente humildes, le piden favores. Siempre está cubierta de peticiones o mandas. Un estudiante le suplica que le ayude a salir bien en los exámenes. Otro le solicita ayuda para que lo quiera una chiquilla llamada Estela. La obrera María S. le pide que libre a su marido del alcoholismo. La tumba de Balmaceda se parece a las "animitas" de extramuros.
Echando cuentas, vemos que la tradición en la tumba reaparece mencionada en un texto de Raimundo de la Cruz para una revista "En Viaje", año 1951, viéndola practicada también en las tumbas de Pedro Aguirre Cerda y Arturo Alessandri Palma. La misma veneración es comentada por el periodista Raúl Morales Álvarez en su artículo "La tumba del Santo Balmaceda", publicado en 1979.
El supuesto cuerpo de Balmaceda, según fotografías que circularon posteriormente a la Guerra Civil de 1891. Se supone que lo mostraría tal cual estaba tras suicidarse y antes de ser envuelto y enviado al Cementerio General.
Otra fotografía antigua con el aspecto original del mausoleo, publicada en el propio sitio del Cementerio General de Recoleta.

Imagen del mausoleo hacia los años veinte.

Imagen actual del mismo mausoleo, tan visitado por los devotos de Balmaceda.

José Manuel Balmaceda (1840-1891)
Así pues, al contrario de lo que afirmaron incluso los propios funcionarios del cementerio a los periodistas televisivos alguna vez, sólo estamos en presencia de un fenómeno de resurgimiento o redescubrimiento de algo que se arrastra en la tradición desde hace un siglo o más. Prueba de ello es que este y varios otros mausoleos que también eran llenados en el Cementerio General con peticiones de favores, fueron sometidos a una limpieza masiva durante el año 2001, proceso que borró muchas de las inscripciones que antes habían sido observadas por Edwards Bello, De la Cruz, Plath, Morales Álvares y otros autores en sus respectivas épocas. Lo curioso del caso, sin embargo, es verificar la fuerza con la que continúa la veneración milagrosa de Balmaceda incluso en nuestros laicos y no creyentes tiempos.

La historia del mausoleo y de cómo llegó Balmaceda hasta este lugar de culto es tan dolorosa como la muerte misma del presidente, tras suicidarse refugiado en la legación argentina el 19 de septiembre de 1891. Recordemos que decidió partir justo al final de la infausta Guerra Civil y al concluir formalmente su período constitucional de mando, dejando para la posteridad su profético y extraordinario "Testamento Político" redactado sólo horas antes de la valiente pero terrible decisión de darse un tiro en la cabeza para evitar entregarse a los revolucionarios.

El plenipotenciario argentino José de Uriburu, quien estaba emparentado familiarmente con Balmaceda y lo tenía escondido en esta residencia diplomática, hizo saber a Carlos Walker y a Melchor Concha y Toro del suicidio apenas advirtió lo que había ocurrido esa mañana en una habitación de su legación. Los tres resolvieron partir al Palacio de la Moneda a comunicar lo sucedido. Empero, al conocerse la muerte por las vías del rumor la curiosa sociedad chilena se volcó hasta el edificio de la legación platense en la ex calle del Peumo, hoy Amunátegui. Con cierta dificultad, entonces, sólo hacia el mediodía pudieron reingresar a la representación para retirar el cadáver acompañados de una comisión neutral. Allá las fuerzas de orden debieron dispersar -no sin problemas- a las muchedumbres de curiosos y exaltados.
Algunos suponen que el cadáver fue revisado y montado otra vez en su posición suicida aunque de manera bastante burda. Se supone que así habría tomado una famosa fotografía en la que aparece muerto, tendido en la cama, reproducida en diarios de época aunque se pone en duda su autenticidad. Lo cierto es que, para evitar a la multitud, se simuló el retiro del cuerpo en un carro de la Beneficencia que pareció sacar un ataúd desde el edificio. El capellán Francisco Lisboa comunicó a la gente, entonces, que el cuerpo del ex presidente había sido retirado, y así comenzaron a retornar a sus casas. Mientras tanto, hacia las 19:30 horas, el cadáver aún en el interior era envuelto en una colcha atada.

En tal situación, esperaron que oscureciera para subirlo a un carro del servicio público custodiado por dos agentes de seguridad. Acto seguido, partieron con prisa hasta el Cementerio General. Acompañaban al cuerpo el cónsul uruguayo José Arrieta, el intendente provincial Carlos Lira, el cuñado de Balmaceda don Domingo de Toro Herrera y el capellán Lisboa, escoltados por un piquete de diez uniformados del Guías Nº 4, comandados por el Alférez Edgardo Rogers.

Al llegar al cementerio, entonces, descargaron el cuerpo para meterlo en una urna de metal. Generosamente, el señor Arrieta dispuso de su sepultura familiar para darle entierro atendiendo una súplica que habíale hecho antes el propio fallecido. Sin embargo, parece ser que algunos agitadores vieron o se enteraron de la operación, por lo que Lira propuso en horas avanzadas de esa misma noche algo para evitar una profanación o actos indignos, llevándolo hasta otra tumba y de manera aún más reservada. Don Manuel Arriarán, administrador del cementerio desde 1880, dispuso para ello de su propia tumba vacía en el número 1.355. Arriarán era conocido allí, entre otras cosas, porque construyó las murallas de los nichos que rodean amplias áreas del cementerio con tumbas más económicas, de modo que era un hombre con probadas características filantrópicas.
Base del marco de roca rosa del acceso al mausoleo, donde se observa la inscripción de los trabajos de Tebaldo Brugnoli en 1915 sobre el mismo.

Aspecto del mausoleo con sus innumerables rayados en los muros.

 

Las columnas que antes escoltaban el acceso, ahora son pilares con jarrones clásicos en sus remates.

Vista del catafalco al interior del mausoleo.

Los muchos papelitos con peticiones de favores tanto al ex mandatario como la ex primera dama.

Los restos permanecieron allí cinco años y en tenso reposo. Afuera, en el mundo de los vivos, los odios bajaron, la confrontación cedió paso a la razón y la convivencia volvió a ser relativamente normal en un país bipolar como Chile. Entonces, las vistas se volcaron otra vez hacia Balmaceda: a la pérdida trágica de su persona y a la magnificencia de su obra en defensa del progreso de Chile.

Así las cosas, la sensatez abrió ruta a la objetividad, y desde la objetividad a la idealización en menos de un lustro, como lo comenta Francisco A. Encina al repasar el desprestigio en que cayeron las clases políticas tras la funesta y sangrienta Guerra Civil. De este modo, si en 1891 la prensa congresista publicaba ofensivas caricaturas de Balmaceda muerto y sangrante en una cama mientras demonios intentaban llevárselo a los infiernos, para cuando hubo cesado la demencia hasta los enemigos de ayer se cuadraban con su memoria y lamentaban su pérdida.

El 29 de noviembre de 1896, los restos de Balmaceda fueron sacados desde su morada provisoria (donde aún se conserva su lápida metálica, muy vetusta) y trasladados en una apoteósica ceremonia a la que concurrieron miles de admiradores del infortunado mandatario. Quedaron sepultados en un elegante mausoleo familiar, donde iría a acompañarle después su viuda, doña Emilia Toro de Balmaceda el 13 de junio de 1913.

El mausoleo actual es el posterior y último, sin embargo: fue construido por sus hijos y algunos familiares del matrimonio. A juzgar por una inscripción sobre la estructura hoy visible, este estupendo edificio fúnebre fue remodelado por el arquitecto italiano Tebaldo Brugnoli en 1915, dato que, sin embargo, no aparece señalado en todas las fuentes que hemos consultado. Ciertas fotografías de época lo muestran más espectacular entonces que en nuestros días, además: con aspecto románico y dos bellas columnas de ingreso, destacando las rocas rosadas y mármoles. Un imponente y fulgoroso ángel resguardaba el descanso eterno de la familia parado sobre la cúpula, en el exterior. Por el interior, hace lo mismo un escudo patrio sobre el catafalco.

En la actualidad, sin embargo, al parecer como consecuencia de los terremotos y quizá de los no pocos robos patrimoniales que acumula la necrópolis, el ángel ha sido reemplazado por una cruz y parte del portal está demolido. Se mantienen las secciones inferiores de las columnas a ambos lados del acceso, no obstante, pero ahora rematadas por jarrones de mármol de estilo Médicis, piezas que también han servido de pizarra para peticiones y agradecimientos de la improvisada animita en que se ha convertido el sepulcro.

MENSAJES DEJADOS POR LOS DEVOTOS (Nótese que, siendo la mayoría para Balmaceda, algunos son para Emilita, su esposa).

Tenemos dos presunciones con aspiración de ser teorías para explicarnos el cómo pudo comenzar la nueva y fervorosa etapa en el culto escolar sobre Balmaceda solicitando buen rendimiento en el colegio, sin perder de vista que esta existe desde hace más de un siglo, como hemos dicho:
  1. La primera deriva del hecho de que este mausoleo se pudo haber hecho conocido entre la comunidad de niñas del Liceo Polivalente A-28 Emilia Toro de Balmaceda de Quinta Normal, luego de que el año 2006 instalan una placa dentro del mismo celebrando el centenario del establecimiento educacional. La placa está a los pies de la cripta de doña Emilia, la ex primera dama, que es aludida también en algunas peticiones de favores.
  2. La otra especulación que con más fluidez y naturalidad nos surge leyendo los mensajes que aparentan ser más antiguos (las paredes han sido lavadas en alguna ocasión), es por alguna posible relación detonante entre el culto escolar a la tumba y la existencia del Liceo Polivalente Presidente José Manuel Balmaceda del barrio Independencia, a no mucha distancia de allí. Apostaríamos más por esta última teoría y diríamos incluso que los alumnos del Liceo Balmaceda pueden ser los principales sospechosos de traer de vuelta la fama milagrosa del ex presidente.
Como sea, lo evidente es que el culto de canonización popular e informal de Balmaceda no es nuevo ni extraño en Chile. Ni siquiera es muy exclusivo dentro del propio recinto cementerial de Recoleta: es semejante al que se observa en otros casos como el de la tumba del profesor Abelardo Núñez, cuyos servicios de inteligencia en la Guerra del Pacífico son mencionados por Jorge Inostrosa en "Adiós al Séptimo de Línea". Más subjetivamente, se ha visto algo parecido con la memoria heroica del capitán Arturo Prat y algunos de sus monumentos en el país, aunque sin intervenciones sobre sus sepulcros en el caso de Balmaceda o Núñez.
Llega a ser simpática la devoción espontánea por Balmaceda entre los adolescentes santiaguinos, entonces. Más allá de lo que realmente sea la evaluación histórica del personaje con todos sus claros y oscuros (que sí existen, aunque se niegue), lo demuestra como un personaje profundamente querido; y "naturalmente" querido, diríamos, sin el refuerzo de campañas o propagandas emocionales. Así, mientras ciertas figuras de la historia chilena necesitan inyecciones de recursos a través de fondos artísticos, publicitarios, literarios y cuanto sea requerido para garantizar su vigencia y alta popularidad (muchas veces innecesariamente, producto sólo de temores paranoicos de la política), el modesto Balmaceda sólo precisó de su mausoleo y quizá de un capítulo en la serie "Héroes" de Canal 13 para afianzar el culto popular a su figura, ahora último.
Dicho lo anterior, ni historiadores como Ricardo Donoso quienes no guardaron expresiones animosas contra el mandatario, ni aquellos colegas como suyos que lo idealizaron hasta la beatificación política como fue Hernán Ramírez Necochea, coinciden que quizá jamás se imaginaron tan extraña impronta y restauración del buen nombre de Balmaceda en la conciencia popular chilena, por la vía del culto a las ánimas. Finales felices, en cierta forma, aunque curiosos y excepcionales en nuestra vida histórica nacional, pero no extraños ni ajenos.
Algunos se escandalizarán, ciertamente, viendo su sacro mausoleo rayado y estos papelitos inocentemente arrojados dentro cual copia pobre del Muro de los Lamentos. Pero podemos comprenderlos: más triste luciría su cripta fría y de flores marchitas, ajenas a cualquier cariño o acto de fe entre niños y jóvenes. Esta es una garantía de gratitud por la memoria de Balmaceda para varias generaciones más, que sólo merece ser celebrada.

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